Discusiones!

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—La señora Issartel—anuncia.


Y ahí está... ¿Por qué ha de ser tan endiabladamente atractiva? Va toda vestida de negro: vaqueros ajustados, una blusa que realza su silueta perfecta, y el cabello brillante y sedoso como un halo.

Lauren me atrae hacia ella.

—Keana —dice, y parece confusa.

Ella me mira estupefacta y se queda paralizada. Le cuesta recuperar la voz y parpadea.

—Lo siento. No sabía que estabas acompañada, Lauren. Es lunes —dice como si eso explicara su presencia aquí.

—Novia —responde Lauren a modo de explicación, mientras ladea la cabeza y le dedica una sonrisa fría.

En la cara de ella aparece lentamente un gesto de inmensa satisfacción. Todo resulta muy desconcertante.

—Claro. Hola, Camila. No sabía que estabas aquí. Sé que no quieres hablar conmigo, y lo entiendo.

—¿Ah, sí? —respondo en voz baja, y la miro a la cara de un modo que nos sorprende a ambas.

Ella frunce levemente el ceño y avanza un paso más para entrar en la habitación.

—Sí, he captado el mensaje. No he venido a verte a ti. Como he dicho, Lauren no suele tener compañía entre semana. —Hace una pausa—. Tengo un problema y necesito hablarlo con Lauren.

—¿Ah? —Lauren se yergue—. ¿Quieres beber algo?.

—Sí, por favor.

Lauren le sirve una copa de vino, mientras Keana y yo seguimos observándonos mutuamente con cierta incomodidad. Ella juguetea con un gran anillo de plata que lleva en el dedo corazón, y yo no sé dónde mirar. Finalmente me dedica una sonrisita crispada, se acerca a la cocina y se sienta en el taburete del extremo de la isla. Es obvio que conoce bien el sitio y que se mueve por él con naturalidad.

¿Me quedo? ¿Me marcho? Oh, qué difícil es esto. Mi subconsciente mira ceñuda a Keana con su expresión más abiertamente hostil.

Hay tantas cosas que quiero decirle a esa mujer, y ninguna es agradable. Pero es amiga de Lauren—su única amiga—, y por mucho odio que sienta por ella, soy educada por naturaleza. Decido quedarme y me siento, con toda la elegancia de la que soy capaz, en el taburete que ocupaba Lauren. Ella nos sirve vino en las copas y se sienta entre ambas en la barra del desayuno. ¿Se da cuenta de lo raro que es todo esto?

—¿Qué pasa? —le pregunta a Keana.

Ella me mira nerviosa, y Lauren me coge la mano.

—Camila está ahora conmigo —dice ante su pregunta implícita, y me aprieta la mano.

Yo me sonrojo y mi subconsciente, olvidada ya la cara de arpía, sonríe radiante.

Keana suaviza el gesto como si se alegrara por ella. Como si realmente se alegrara por ella. Oh, no entiendo en absoluto a esta mujer, y su presencia me incomoda y me pone nerviosa.

Ella inspira profundamente, se remueve inquieta y se sienta en el borde del taburete. Se mira las manos con nerviosismo, y empieza a dar vueltas sin parar al anillo de plata de su dedo corazón.

¿Cuál es su problema? ¿Que yo esté presente? ¿Provoco ese efecto en ella? Porque yo siento lo mismo: no la quiero aquí. Ella levanta la cabeza y mira a Lauren directamente a los ojos.

—Me están haciendo chantaje.

Por Dios. No es eso lo que esperaba que dijera. Lauren se pone tensa. ¿Alguien ha descubierto su afición por los jóvenes menores de edad maltratados y vapuleados por la vida? Reprimo mi repulsión, y por un momento acude a mi mente esa frase sobre el burlador burlado. Mi subconsciente se frota las manos con mal disimulado placer. Bien.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora