Por esto quiero casarme contigo!

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Sinuhé se queda muda por la sorpresa.

—Mamá, di algo.

—No estarás embarazada, ¿verdad, Karla? —murmura, horrorizada.

—No, no, no es nada de eso.

La desilusión me parte el corazón, y me entristece que pueda pensar eso de mí. Pero luego recuerdo, con mayor decepción si cabe, que ella estaba embarazada de mí cuando se casó con mi padre.

—Perdona, cielo. Pero es que todo esto es tan repentino. Quiero decir que Lauren es muy buen partido, pero tú eres muy joven, y deberías ver antes un poco de mundo.

—Mamá, ¿no puedes alegrarte por mí sin más? Yo la quiero.

—Es que necesito acostumbrarme a la idea, cariño. Me has dejado de piedra. En Georgia ya noté que había algo muy especial entre ustedes, pero el matrimonio...

En Georgia ella quería que yo fuera su sumisa, pero eso no se lo voy a decir a ella.

—¿Han fijado la fecha?

—No.

—Ojalá tu padre estuviera vivo —susurra.

Oh, no... esto no. Ahora no.

—Lo sé, mamá. A mí también me hubiera gustado conocerlo.

—Solo te tuvo en brazos una vez, y estaba tan orgulloso. Pensaba que eras la niña más preciosa del mundo.

Y relata la vieja historia familiar con un hilillo quejumbroso de voz... una vez más. Va a echarse a llorar.

—Lo sé, mamá.

—Y luego murió —dice con un leve sollozo, y sé que el recuerdo la ha afligido, como pasa siempre.

—Mamá —susurro, sintiendo ganas de traspasar el teléfono y poder abrazarla.

—Soy una vieja tonta —musita, y vuelve a dejar escapar otro sollozo—. Claro que me alegro mucho por ti, cariño. ¿Alejandro lo sabe? —añade.

Parece que ha recuperado la compostura.

—Lauren acaba de pedírselo.

—Oh, qué tierno. Bien.

La noto melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.

—Sí, lo ha sido —murmuro.

—Mila, cielo, te quiero muchísimo hija. Y me alegro mucho por ti. Y tienen que venir a verme, las dos.

—Sí, mamá. Yo también te quiero.

—Me está llamando. Tengo que colgar. Ya me dirás la fecha. Tenemos que planear... ¿será una boda por todo lo alto?

Una boda por todo lo alto. Oh, Dios. Ni siquiera había pensado en eso. ¿Una gran boda? No, yo no quiero una gran boda.

—Todavía no lo sé. En cuanto lo sepa te llamo.

—Bien. Y ve con cuidado. Aún tienen que disfrutar mucho juntas... ya habrá tiempo para tener hijos.

¡Hijos! Mmm... y ahí está otra vez: una alusión, no muy sutil, al hecho de que ella me tuvo muy joven.

—Mamá, yo no te arruiné la vida, ¿verdad?

Ella sofoca un gemido.

—Oh, no, Mila, yo nunca pensé eso. Tú fuiste lo mejor que nos pasó en la vida a tu padre y a mí. Pero me gustaría que él estuviera aquí para verte tan adulta y a punto de casarte.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora