Seguimos sentadas en silencio mientras Morgan avanza entre el tráfico vespertino, ambas meditabundas como ausentes; pero noto que Lauren también se va relajando lentamente, mientras pasa el pulgar suavemente sobre mis nudillos con un ritmo tenue y calmo.
Morgan nos deja en la puerta del edificio del apartamento, y ambas nos refugiamos rápidamente en el interior. Lauren me coge la mano mientras esperamos el ascensor, y sus ojos controlan la entrada del edificio.
—Deduzco que todavía no habéis encontrado a Alexa.
—No. Sam sigue buscándola —reconoce, consternada.
Llega el ascensor y entramos. Lauren baja la vista hacia mí con sus ojos verdes inescrutables. Oh, está sencillamente guapísima, con el pelo ligeramente alborotado, la camisa beige, el traje azul oscuro. Y de repente ahí está, surgida de la nada, esa sensación. Oh, Dios... el anhelo, el deseo, la electricidad. Si fuera visible, sería una intensa aura azul a nuestro alrededor y extendiéndose entre las dos; es algo muy fuerte. Ella me mira y separa los labios.
—¿Tú lo sientes? —musita.
—Sí.
—Oh, Camz.
Con un leve gruñido, me agarra y sus brazos se deslizan a mi alrededor, y poniendo una mano en mi nuca inclina mi cabeza hacia atrás, mientras sus labios buscan los míos. Hundo los dedos en su cabello y le acaricio la mejilla, mientras ella me empuja contra la pared del ascensor.
—Odio discutir contigo —jadea pegada a mi boca, y su beso tiene una cualidad de pasión y desespero que es un reflejo de lo que yo siento.
El deseo estalla en mi cuerpo, toda la tensión del día buscando una salida, presionando contra ella, exigiendo más. Somos solo lenguas y aliento, manos y caricias, y una sensación dulce, muy dulce. Pone la mano en mi cadera y me levanta la falda, bruscamente. Sus dedos me acarician los muslos.
—Santo Dios, llevas medias —masculla con asombro reverente, mientras con el pulgar me acaricia la piel por encima de la línea de la media—. Quiero ver esto —suspira, y me levanta completamente la falda, descubriendo la parte superior de mis muslos.
Da un paso atrás y aprieta el botón de parada, y el ascensor se detiene poco a poco entre los pisos veintidós y veintitrés. Tiene los ojos turbios, los labios entreabiertos y respira con dificultad, como yo. Nos miramos fijamente, sin tocarnos. Yo agradezco el sostén de la pared que tengo detrás, mientras me deleito en el atractivo sensual y carnal de esta hermosa mujer.
—Suéltate el pelo —ordena con voz ronca. Yo levanto la mano y libero mi melena, que cae como una nube densa alrededor de los hombros hasta mis senos —. Desabróchate los dos botones de arriba de la blusa —murmura, con los ojos muy abiertos.
Me hace sentir tan lasciva... Alargo una mano ansiosa y desabrocho los dos botones, y la parte superior de mis pechos queda seductoramente a la vista.
Ella traga saliva.
—¿Tienes idea de lo atractiva que estás ahora mismo?
Yo me muerdo el labio con toda la intención. Ella cierra un segundo los ojos, y luego vuelve a abrirlos, ardientes. Avanza y apoya las manos en las paredes del ascensor, a ambos lados de mi cara. Está todo lo cerca que puede, sin tocarme.
Levanto el rostro para mirarla a sus hermosos ojos verdes, y ella se inclina y me acaricia la nariz con la suya: ese es el único contacto entre las dos. Estoy tan excitada, encerrada en este ascensor con ella. La deseo... aquí y ahora.
—Yo creo que sí, señorita Cabello. Yo creo que le gusta volverme loca.
—¿Yo te vuelvo loca? —susurro.
—En todos los sentidos, Camila. Eres una sirena, una diosa.
Y se acerca, me coge una pierna por encima de la rodilla y se la coloca alrededor de la cintura, de modo que ahora estoy de pie sobre una pierna y apoyada contra ella. La siento pegada a mí, noto su miembro duro y anhelante sobre el vértice de mis muslos, mientras desliza los labios por mi garganta. Gimo y le rodeo el cuello con los brazos.
—Voy a tomarte ahora —masculla, y, en respuesta, arqueo la espalda y me pego a ella, anhelando el contacto.
Del fondo de su garganta surge un quejido ronco y quedo, y cuando se desabrocha la cremallera me excito aún más.
—Abrázame fuerte, Camz—murmura, y como por arte de magia saca un envoltorio plateado que sostiene frente a mi boca.
Yo lo cojo con los dientes, ella tira, y lo rasgamos entre las dos.
—Buena chica. —Se aparta ligeramente para ponerse el condón—. Dios, estos próximos seis días se me van a hacer eternos —dice con un gruñido, y me mira con los ojos entreabiertos—. Espero que no les tengas demasiado cariño a estas medias.
Las rasga con dedos expertos y se desintegran entre sus manos. La sangre bombea frenética por mis venas y jadeo de deseo.
Sus palabras son embriagadoras, y olvido la angustia que he pasado durante el día. Y solo somos ella y yo, haciendo lo que mejor hacemos. Sin apartar sus ojos de mí, Lauren se hunde despacio en mi interior. Mi cuerpo cede y echo la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, gozando de sentirla dentro. Ella se retira y entra de nuevo, muy lento, muy suave. Gimo.
—Eres mía, Camila—susurra pegada a mi cuello.
—Sí. Solo tuya. ¿Cuándo te convencerás? —jadeo.
Ella gruñe y empieza a moverse, a moverse de verdad. Y yo sucumbo a su ritmo incesante, saboreo cada embestida, hacia delante y hacia atrás, su respiración entrecortada, su necesidad de mí reflejando la mía de ella.
Esto hace que me sienta poderosa, fuerte, deseada, amada... amada por esta mujer fascinante, complicada, a quien yo también amo con todo mi corazón. Ella empuja más y más fuerte, sin aliento, y se pierde en mí mientras yo me pierdo en ella.
—Oh, Camz —gime Lauren, rozándome el mentón con los dientes, y alcanzo un intenso orgasmo. Ella se para, me sujeta fuerte, y también llega al clímax mientras susurra mi nombre.
Ahora que Lauren, exhausta y tranquila, ha recuperado el aliento, me besa con ternura. Me mantiene de pie contra la pared del ascensor, tenemos las frentes pegadas, y siento mi cuerpo como de gelatina, débil, pero gratificado y saciado por el orgasmo.
—Oh, Camz—susurra—. Te necesito tanto.
Me besa la frente.
—Y yo a ti, Lauren.
Me suelta, me alisa la falda y me abrocha los dos botones del escote de la blusa. Luego marca una combinación numérica en el panel y vuelve a poner en marcha el ascensor, que arranca bruscamente y me lanza a sus brazos.
—Morgan debe de estar preguntándose dónde estamos —dice sonriendo con malicia.
Oh, no... Me paso los dedos por el pelo alborotado en un vano intento de disimular la evidencia de nuestro encuentro sexual, pero enseguida desisto y me hago una coleta.
—Ya estás bien —dice Lauren con una mueca de ironía, mientras se sube la cremallera del pantalón y se mete el condón en el bolsillo.
Y una vez más vuelve a ser la imagen personificada de una emprendedora americana, aunque en su caso la diferencia es mínima, porque su pelo casi siempre tiene ese aspecto algo ligeramente alborotado. Ahora sonríe relajada y sus ojos tienen un encantador brillo juvenil. ¿Todos nos apaciguamos tan fácilmente después de tener sexo?
Se abre la puerta, y Morgan está allí esperando.
—Un problema con el ascensor —musita Lauren cuando salimos.
Yo soy incapaz de mirar a la cara a ninguno de los dos, y cruzo a toda prisa la puerta doble del dormitorio de Lauren en busca de una muda de ropa interior. Oh Dios! siento vergüenza, que pensara Morgan, es evidente que él no creyó lo del problema del ascensor, debo tranquilizarme, son situaciones que seguramente se repetirán, Lauren y yo no podemos estar solas en un lugar porque terminamos teniendo sexo, y mas en un lugar pequeño como lo es un ascensor.
ESTÁS LEYENDO
Atormentada por las sombras II - Camren
FanficContinuación de una de las historias mas intensas que he leído, fuera de lo sexual.