El Clara

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—¿Dónde vamos exactamente? —pregunto mientras esperamos en el vestíbulo al empleado del aparcamiento.

Lauren se da golpecitos en un lado de la nariz y me guiña un ojo con aire conspiratorio, como si hiciera esfuerzos desesperados por contener su alegría. Francamente, esto es bastante impropio de mi Cincuenta.

Estaba así cuando fuimos a volar en planeador; quizá sea eso lo que vamos a hacer. Yo también le sonrío, radiante. Y me mira con ese aire de superioridad que le confiere esa sonrisa suya de medio lado. Se inclina y me besa tiernamente.

—¿Tienes idea de lo feliz que me haces? —pregunta en voz baja.

—Sí... lo sé perfectamente. Porque tú provocas el mismo efecto en mí.

El empleado del aparcamiento aparece a gran velocidad con el coche de Lauren y una enorme sonrisa en la cara. Vaya, hoy todo el mundo parece muy feliz.

—Un coche magnífico, señora —comenta al entregarle las llaves a Lauren. Ella le guiña un ojo y le da una propina escandalosamente generosa. Yo le frunzo el ceño. Por Dios...


Mientras avanzamos entre el tráfico, Lauren está sumida en sus pensamientos. Por los altavoces suena la voz de una mujer joven, con un timbre precioso, rico, melodioso, y me pierdo en esa voz triste y conmovedora.

—Tengo que desviarme un momento. No tardaremos —dice con aire ausente, y me distrae de la canción.

Oh, ¿por qué? Estoy intrigada por conocer cuál es la sorpresa. La diosa que llevo dentro está dando saltitos como una niña de cinco años.

—Claro —murmuro.

Aquí pasa algo. De pronto parece muy seria y decidida.

Entra en el aparcamiento de un enorme concesionario, para el coche y se gira hacia mí con expresión cauta.

—Hay que comprarte un coche —dice.

La miro con la boca abierta. ¿Ahora? ¿En domingo? ¿Qué demonios...? Y esto es un concesionario de Saab.

—¿Un Audi no? —es la única tontería que se me ocurre decir, y la pobre, bendita sea, se ruboriza.

Lauren, avergonzada... ¡Esto es algo insólito! debo guardar esta imagen en mi memoria, no es algo que se de seguido.

—Pensé que te apetecería variar —musita incómoda, como si no supiera dónde meterse.

Oh, por favor... No hay que dejar pasar esta oportunidad única de burlarse de ella, no se si se me presentara la oportunidad otra vez o al menos tan seguida.

—¿Un Saab? —pregunto.

—Sí. Un 9-3. Vamos.

—¿A ti qué te pasa con los coches extranjeros?

—Los alemanes y los suecos fabrican los coches más seguros del mundo, Camila.

¿Ah, sí?

—Creí que ya habías encargado otro Audi A3 para mí.

Me mira con aire enigmático y divertida.

—Eso puede anularse. Vamos.

Baja tranquilamente del coche, se acerca a mi lado y me abre la puerta.

—Te debo un regalo de graduación —dice en voz baja, y me tiende la mano.

—Lauren, de verdad, no tienes por qué hacer esto, no es necesario.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora