Un día espantoso!

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Estamos en la bañera de Lauren, una frente a la otra, cubiertas de espuma hasta la barbilla, envueltas en el dulce aroma del jazmín. Lauren me masajea los pies, por turnos. Es tan agradable que debería ser ilegal.

—¿Puedo preguntarte una cosa?

—Claro. Lo que sea, Camz, ya lo sabes.

Suspiro profundamente y me incorporo sentada con un leve estremecimiento.

—Mañana, cuando vaya a trabajar, ¿puede Ben limitarse a dejarme en la puerta de la oficina y pasar a recogerme al final del día? Por favor, Lauren, por favor —le pido.

Sus manos se detienen y frunce el ceño.

—Creía que estábamos de acuerdo en eso —se queja.

—Por favor —suplico.

—¿Y a la hora de comer qué?

—Ya me prepararé algo aquí y así no tendré que salir, por favor.

Me besa el empeine.

—Me cuesta mucho decirte que no —murmura, como si creyera que es una debilidad por su parte—. ¿De verdad que no saldrás?

—No.

—Bien, de acuerdo.

Yo le sonrío, radiante.

—Gracias.

Me apoyo sobre las rodillas, haciendo que el agua se derrame por todas partes, y la beso.

—De nada, señorita Cabello. ¿Cómo está tu trasero?

—Dolorido, pero no mucho. El agua me calma.

—Me alegro de que me dijeras que parara —dice, y me mira fijamente.

—Mi trasero también.

Sonríe.



Me tiendo en la cama, muy cansada. Solo son las diez y media, pero me siento como si fueran las tres de la madrugada. Este ha sido uno de los fines de semana más agotadores de mi vida.

—¿La señorita Acton no incluyó ningún camisón? —pregunta Lauren con un deje reprobatorio cuando me mira.

—No tengo ni idea. Me gusta llevar tus camisetas —balbuceo, medio dormida.

Relaja el gesto, se inclina y me besa la frente.

—Tengo trabajo. Pero no quiero dejarte sola. ¿Puedo usar tu portátil para conectarme con el despacho? ¿Te molestaré si me quedo a trabajar aquí?

—No es mi portátil.

Y me duermo.



Suena la alarma, despertándome de golpe con la información del tráfico. Lauren sigue durmiendo a mi lado. Me froto los ojos y echo un vistazo al reloj. Las seis y media... demasiado temprano.

Fuera llueve por primera vez desde hace siglos, y hay una luz amarillenta y tenue. Me siento muy a gusto y cómoda en este inmenso monolito moderno, con Lauren a mi lado. Me desperezo y me giro hacia ella deliciosa mujer que está junto a mí. Ella abre los ojos de golpe y parpadea, medio dormida.

—Buenos días.

Sonrío, le acaricio la cara y me inclino para besarla.

—Buenos días, Camz. Normalmente me despierto antes de que suene el despertador —murmura, asombrada.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora