Soy el jefe del jefe de tu jefe

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—Hola, Morgan—le digo, y nuestras miradas se encuentran en el retrovisor.

—Señorita Cabello—me saluda Morgan con una amplia sonrisa.

Lauren se sienta a mi lado, me sujeta la mano y me besa suavemente los nudillos.

—Hola —dice bajito.

Mis mejillas se tiñen de rosa, sé que Morgan nos oye, y agradezco que no vea la mirada abrasadora y terriblemente excitante que me dedica Lauren. Tengo que echar mano de toda mi contención para no lanzarme sobre ella aquí mismo, en el asiento de atrás del coche.


Oh, el asiento de atrás del coche... mmm.

—Hola —jadeo, con la boca seca.

—¿Qué te gustaría hacer esta noche?

—Creí que dijiste que teníamos planes.

—Oh, yo sé lo que me gustaría hacer, Camila. Te pregunto qué quieres hacer tú.

Yo le sonrío radiante.

—Ya veo —dice con una perversa risita—. Pues... a suplicar entonces. ¿Quieres suplicar en mi casa o en la tuya?

Inclina la cabeza y me dedica esa sonrisa tan sexy suya.

—Creo que eres muy presuntuosa, señora Jáuregui. Pero, para variar, podríamos hacerlo en mi apartamento.

Me muerdo el labio deliberadamente y su expresión se ensombrece.

—Morgan, a casa de la señorita Cabello, por favor.

—Si señora —asiente Morgan, y se incorpora al tráfico.

—¿Qué tal te ha ido en el día? —pregunta.

—Bien. ¿Y el tuyo?

—Bien, gracias.

Su enorme sonrisa se refleja en la mía, y vuelve a besarme la mano.

—Estás guapísima Camz —dice.

—Tú también.

—Tu jefe, Patrick White, ¿es bueno en su trabajo?

¡Vaya! Esto sí que es un cambio de tema repentino. Frunzo el ceño.

—¿Por qué? ¿Esto tiene algo que ver con vuestro concurso de meadas? Lauren sonríe maliciosamente.

—Ese hombre quiere meterse en tus bragas, Camila —dice con sequedad. Siento que las mejillas me arden, abro la boca nerviosa, y echo un vistazo a Morgan.

—Bueno, que quiera lo que le dé la gana... ¿por qué estamos hablando de esto? Ya sabes que él no me interesa en absoluto. Solo es mi jefe.

—Esa es la cuestión. Quiere lo que es mío. Necesito saber si hace bien su trabajo.

Me encojo de hombros.

—Creo que sí.

¿Adónde quiere ir a parar con esto?

—Bien, más le vale dejarte en paz, o acabará de patitas en la calle.

—Lauren, ¿de qué hablas? No ha hecho nada malo...

Todavía. Solo se acerca demasiado.

—Si hace cualquier intento o acercamiento, me lo dices. Se llama conducta inmoral grave... o acoso sexual.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora