Enfrentamiento!

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—Camila —dice con una sonrisa desdeñosa.

Ligeramente mareada después de dos copas de champán y del cóctel letal que llevo en la mano, hago acopio de toda la serenidad de que dispongo. Tengo la sensación de que la sangre ha dejado de circular por mis venas, pero recurro tanto a mi subconsciente como a la diosa que llevo dentro para aparentar tanta tranquilidad e indiferencia como puedo.

—Keana —digo con un hilo de voz, firme pese a la sequedad de mi boca.

¿Por qué me trastorna tanto esta mujer? ¿Y ahora qué quiere?

—Te daría mis felicitaciones más sinceras, pero me parece que no sería apropiado.

Y clava en mí sus penetrantes ojos, fríos y llenos de odio, de furia.

—Yo no necesito ni deseo tus felicitaciones, Keana. Me sorprende y me decepciona que estés aquí.

Ella arquea una ceja. Creo que parece impresionada.

—No había pensado en ti como en una adversaria digna, Karla. Pero siempre me sorprendes.

—Yo no he pensado en ti en absoluto —miento fríamente. Lauren estaría orgullosa—. Y ahora, si me disculpas, tengo cosas mucho mejores que hacer en lugar de perder el tiempo contigo.

—No tan deprisa, niñita —sisea, y se apoya en la puerta para bloquearme el paso—. ¿Qué demonios te crees que haces aceptando casarte con Lauren? Si has pensado durante un minuto siquiera que puedes hacerla feliz, estás muy equivocada.

—Lo que yo haya consentido hacer o no con Lauren no es problema tuyo. Sonrío dulcemente con sarcasmo. Ella me ignora.

—Ella tiene necesidades... necesidades que tú no puedes satisfacer en lo más mínimo —replica con arrogancia.

—¿Qué sabes tú de sus necesidades? —replico. Una sensación de indignación arde en mis entrañas y una descarga de adrenalina recorre mi cuerpo. ¿Cómo se atreve esta bruja asquerosa a sermonearme?—. No eres más que una pederasta enfermiza, y si de mí dependiera te arrojaría al séptimo círculo del infierno y me marcharía tranquilamente. Ahora apártate... ¿o voy a tener que obligarte?

—Estás cometiendo un grave error en este asunto. —Agita frente a mí un largo y esbelto dedo con una manicura perfecta—. ¿Cómo te atreves a juzgar nuestro estilo de vida? Tú no sabes nada, y no tienes ni idea de dónde te estás metiendo. Y si crees que ella será feliz con una insulsa cazafortunas como tú...

¡Ya basta! Le tiro a la cara el resto del martini de limón, dejándola empapada.

—¡No te atrevas a decirme tú dónde me estoy metiendo! —le grito—. ¿Cuándo aprenderás que eso no es asunto tuyo?

Me mira horrorizada con la boca abierta y se limpia la bebida pegajosa de la cara. Creo que está a punto de abalanzarse sobre mí, pero de pronto se queda paralizada cuando se abre la puerta.

Lauren aparece en el umbral. Tarda una fracción de segundo en hacerse cargo de la situación: y o, pálida y temblorosa; ella, empapada y lívida. Su hermoso rostro se ensombrece, crispado por la rabia, y se coloca entre ambas.

—¿Qué coño estás haciendo, Keana? —dice en un tono glacial y amenazador.

Ella levanta la vista hacia Lauren y parpadea.

—Ella no es buena para ti, Lauren —susurra.

—¿Qué? —grita ella, y ambas nos sobresaltamos.

No le veo la cara, pero todo su cuerpo está tenso e irradia animosidad.

—¿Tú cómo coño sabes lo que es bueno para mí?

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora