Peligro!

37 3 0
                                    


Está ahí, mirándome con semblante inexpresivo e inquietante, y con una pistola en la mano. Mi subconsciente es víctima de un desmayo letal, del que no creo que despierte ni aspirando sales.

Parpadeo repetidamente mirando a Alexa, mientras mi mente no para de dar vueltas frenéticamente. ¿Cómo ha entrado? ¿Dónde está Seth? ¡Por Dios...! ¿Dónde está Seth?

El miedo creciente y helador que atenaza mi corazón se convierte en terror, y se me erizan todos y cada uno de los folículos del cuero cabelludo. ¿Y si le ha hecho daño? Mi respiración empieza a acelerarse y la adrenalina y un pánico paralizante invaden todo mi cuerpo. Mantén la calma, mantén la calma... repito mentalmente como un mantra una y otra vez.

Ella ladea la cabeza y me mira como si fuera un fenómeno de barraca de feria. Pero aquí el fenómeno no soy yo.

Siento que he tardado un millón de años en procesar todo esto, cuando en realidad ha transcurrido apenas una fracción de segundo. El semblante de Alexa sigue totalmente inexpresivo, y su aspecto tan desaliñado y enfermizo como siempre. Sigue llevando esa gabardina mugrienta, y parece necesitar desesperadamente una ducha. Tiene el pelo grasiento y lacio pegado a la cabeza, y sus ojos castaños se ven apagados, turbios y vagamente confusos

Pese a tener la boca absolutamente seca, intento hablar.

—Hola... ¿Alexa, verdad? —alcanzo a decir.

Ella sonríe, pero no es una sonrisa auténtica; sus labios se curvan de un modo desagradable.

—Ella habla —susurra, y su voz es un sonido fantasmagórico, suave y ronco a la vez.

—Sí, hablo —le digo con dulzura, como si me dirigiera a una niña—. ¿Estás sola aquí? ¿Dónde está Seth?

Cuando pienso que puede haber sufrido algún daño, se me desboca el corazón.

A ella se le demuda la cara de tal modo que creo que está a punto de echarse a llorar... parece tan desvalida.

—Sola —susurra—. Sola.

Y la profundidad de la tristeza que contiene esa única palabra me desgarra el alma. ¿Qué quiere decir? ¿Yo estoy sola? ¿Está ella sola? ¿Está sola porque le ha hecho daño a Seth? Oh... no... tengo que combatir el llanto inminente y el miedo asfixiante que me oprimen la garganta.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte?

Pese al sofocante ahogo que siento, mis palabras logran conformar un discurso atento, sereno y amable. Ella frunce el ceño como si mis preguntas la aturdieran por completo. Pero no emprende ninguna acción violenta contra mí. Sigue sosteniendo la pistola con gesto relajado. Yo no hago caso de la opresión que siento en el cerebro e intento otra táctica.

—¿Te apetece un poco de té?

¿Por qué le estoy preguntando si quiere té? Esa es la respuesta de Alejandro ante cualquier situación de crisis emocional, y me surge ahora en un momento totalmente inapropiado. Dios... le daría un ataque si me viera ahora mismo. Él ya habría echado mano de su preparación militar y a estas alturas ya la habría desarmado. De hecho, no me está apuntando con la pistola. A lo mejor puedo acercarme. Alexa mueve lentamente la cabeza de un lado a otro, como si destensara el cuello.

Inspiro una preciada bocanada de aire para tratar de calmar el pánico que me dificulta la respiración, y me acerco hasta la encimera de la isla de la cocina. Ella tuerce el gesto, como si no entendiera del todo qué estoy haciendo, y se desplaza un poco para seguir plantada frente a mí. Cojo el hervidor con una mano temblorosa y lo lleno bajo el grifo. Conforme me voy moviendo, mi respiración se va normalizando. Sí, si ella quisiera matarme, seguramente ya me habría disparado. Me mira perpleja, con una curiosidad ausente. Mientras enciendo el interruptor de la tetera, no puedo dejar de pensar en Seth. ¿Estará herido? ¿Atado?

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora