Dr. Flynn

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Media hora más tarde entro en el salón y Lauren está de pie, hablando por la BlackBerry y mirando por el gran ventanal. Se da la vuelta, me sonríe radiante y decide poner fin a la llamada.

—Magnífico, Olivia. Dile a Horan que partiremos de ahí... Adiós.

Se me acerca con paso decidido y yo la espero tímidamente en el umbral. Se ha cambiado de ropa, lleva una camiseta blanca y vaqueros, y tiene un aspecto de chica mala muy provocativa... Uau.

—Buenas tardes, señorita Cabello—murmura, y se inclina para besarme—. Felicidades por su ascenso.

Me rodea entre sus brazos. Huele maravillosamente.

—Te has duchado.

—Acabo de entrenar con Petter.

—Ah.

—He logrado patearle el trasero dos veces.

Lauren sonríe de oreja a oreja como una chavala satisfecha de sí mismo. Es una sonrisa contagiosa.

—¿Y eso no ocurre muy a menudo?

—No, y cuando pasa es muy satisfactorio. ¿Tienes hambre?

Niego con la cabeza.

—¿Qué? —exclama ceñuda.

—Estoy nerviosa. Por lo del doctor Flynn.

—Yo también. ¿Qué tal el día?

Me suelta de su abrazo y le hago un breve resumen. Me escucha con atención.

—Ah... tengo que decirte otra cosa —añado—. Había quedado para comer con Tay.

Ella arquea las cejas, sorprendida.

—No me lo habías dicho.

—Ya lo sé. Me olvidé. No he podido ir por culpa de la reunión. Seth ha ido en mi lugar y ha comido con ella.

Se le oscurece el semblante.

—Ya. Deja de morderte el labio.

—Voy a refrescarme un poco —digo para cambiar de tema, y me doy la vuelta para marcharme antes de que pueda reaccionar.

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La consulta del doctor Flynn queda bastante cerca del apartamento de Lauren. Muy a mano, pienso, para visitas de emergencia.

—Normalmente vengo corriendo desde casa —me dice Lauren cuando aparca mi Saab—. Este coche es estupendo —comenta sonriéndome.

—Yo pienso lo mismo. —Le sonrío a mi vez—. Lauren... Yo...

La miro con ansiedad.

—¿Qué pasa, Camz?

—Toma. —Saco la cajita de regalo de mi bolso—. Esto es para ti, por tu cumpleaños. Quería dártelo ahora... pero solo si prometes no abrirlo hasta el sábado, ¿vale?

Me mira sorprendida, parpadea y traga saliva.

—Vale —murmura cautelosa.

Suspiro profundamente y se lo entrego, sin hacer caso de su perplejidad. Sacude la cajita, que hace un ruidito muy sugerente. Frunce el ceño. Sé lo desesperada que está por ver qué contiene. Entonces sonríe, y en sus ojos aparece una chispa de emoción juvenil y espontánea. Oh, Dios... aparenta la edad que tiene... y está guapísima.

—No puedes abrirlo hasta el sábado —le advierto.

—Ya lo sé —dice—. ¿Por qué me lo das ahora?

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora