No me dejes!

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Lauren postrada de rodillas a mis pies, reteniéndome con la firmeza de su mirada verde, es la visión más solemne y escalofriante que he contemplado jamás... más que Alexa con su pistola. El leve aturdimiento producido por el alcohol se esfuma al instante, sustituido por una creciente sensación de fatalidad. Palidezco y se me eriza todo el vello.

Inspiro profundamente, conmocionada. No. No, esto es un error, un error muy grave y perturbador.

—Lauren, por favor, no hagas esto. Esto no es lo que quiero.

Ella sigue mirándome con total pasividad, sin moverse, sin decir nada.

Oh, Dios. Mi pobre Cincuenta. Se me encoge el corazón. ¿Qué demonios le he hecho? Las lágrimas que pugnan por brotar me escuecen en los ojos.

—¿Por qué haces esto? Háblame —musito.

Ella parpadea una vez...

—¿Qué te gustaría que dijera? —dice en voz baja, inexpresiva, y el hecho de que hable me alivia momentáneamente, pero así no...

No. ¡No!

Las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas, y de repente me resulta insoportable verla en la misma posición postrada que la de esa criatura patética que era Alexa. La imagen de una mujer poderosa, que en realidad sigue siendo una muchacha, que sufrió terribles abusos y malos tratos, que se considera indigna del amor de su familia perfecta y de su mucho menos perfecta novia... mi chica perdida... La imagen es desgarradora.

Compasión, vacío, desesperación, todo eso inunda mi corazón, y siento una angustia asfixiante. Voy a tener que luchar para recuperarla, para recuperar a mi Cincuenta.

Pensar en que yo pueda ejercer la dominación sobre alguien me resulta atroz. Pensar en que yo ejerza la dominación sobre Lauren es sencillamente repugnante. Eso me convertiría en alguien como ella: la mujer que le hizo esto a cincuenta.

Al pensar en eso, me estremezco y contengo la bilis que siento subir por mi garganta. Es inconcebible que yo haga eso. Es inconcebible que desee eso.

A medida que se me aclaran las ideas, veo cuál es el único camino: sin dejar de mirarle a los ojos, caigo de rodillas frente a ella.

Siento la madera dura contra mis espinillas, y me seco las lágrimas con el dorso de la mano.

Así, ambas somos iguales. Estamos al mismo nivel. Este es el único modo de recuperarla.

Ella abre los ojos imperceptiblemente cuando alzo la vista y la miro, pero, aparte de eso, ni su expresión ni su postura cambian.

—Lauren, no tienes por qué hacer esto —suplico—. Yo no voy a dejarte. Te lo he dicho y te lo he repetido cientos de veces. No te dejaré. Todo esto que ha pasado... es abrumador. Lo único que necesito es tiempo para pensar... tiempo para mí. ¿Por qué siempre te pones en lo peor?

Se me encoge nuevamente el corazón, porque sé la razón: porque es insegura, y está llena de odio hacia sí mismo.

Las palabras de Keana vuelven a resonar en mi mente: « ¿Sabe ella lo negativa que eres contigo misma? ¿En todos los aspectos?» .

Oh, Lauren. El miedo atenaza de nuevo mi corazón y empiezo a balbucear:

—Iba a sugerir que esta noche volvería a mi apartamento. Nunca me dejas tiempo... tiempo para pensar las cosas. —Rompo a sollozar, y en su cara aparece la levísima sombra de un gesto de disgusto—. Simplemente tiempo para pensar. Nosotras apenas nos conocemos, y toda esa carga que tú llevas encima... yo necesito... necesito tiempo para analizarla. Y ahora que Alexa está... bueno, lo que sea que esté... que ya no anda por ahí y ya no es un peligro... pensé... pensé...

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora