Celebración Parte II

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—Estate quieta y callada —me advierte, susurrándome al oído.


Estoy acalorada, ardiente, anhelante, atrapada en un ascensor con siete personas, seis de ellas ajenas a lo que ocurre en el rincón. Desliza el dedo dentro y fuera de mí, una y otra vez. Mi respiración... Dios, resulta tan embarazoso. Quiero decirle que pare... y que continúe... que pare. Y me arqueo contra ella, y ella tensa el brazo que me rodea, y siento su erección contra mi cadera. 

Nos paramos en el piso cuarenta y cuatro. ¿Oh... cuánto va a durar esta tortura? Dentro... fuera... dentro... fuera. Sutilmente, me aferro a su dedo persistente. ¡Después de todo este tiempo sin tocarme, escoge hacerlo ahora! ¡Aquí! Y eso me hace sentir tan... lujuriosa.

—Chsss, has silencio Camz—musita Ella, con aparente indiferencia cuando entran dos personas más.


El ascensor empieza a estar abarrotado. Lauren nos desplaza a ambos más al fondo, de modo que ahora estamos apretujados contra el rincón; me coloca en posición y sigue torturándome. Hunde la nariz en mi cabello. Si alguien se molestara en darse la vuelta y viera lo que estamos haciendo, estoy segura de que nos tomaría por una joven pareja de enamorados haciéndose arrumacos... Y entonces desliza un segundo dedo en mi interior.

¡Ah! Gimo, y agradezco que el grupo de gente que tenemos delante siga charlando, totalmente ajeno.

Oh, Lauren, qué estás haciendo conmigo... Apoyo la cabeza en su pecho, cierro los ojos y me rindo a sus dedos implacables. 

—No te corras —susurra—. Eso lo quiero para después.

Pone la mano abierta sobre mi vientre, aprieta ligeramente, y sigue con su dulce acoso. La sensación es exquisita.

Finalmente el ascensor llega a la planta baja. Las puertas se abren con un tintineo sonoro y los pasajeros empiezan a salir casi al instante. Lauren retira lentamente los dedos de mi interior, y me besa la parte de atrás de la cabeza. Me giro para mirarla y está sonriendo, volviendo a saludar con una inclinación de cabeza al señor del traje marrón poco favorecedor, que le devuelve el gesto y sale del ascensor con su esposa. Yo apenas soy consciente de todo ello, concentrada en mantenerme erguida y controlar los jadeos. Dios, me siento dolorida y desamparada. Lauren me suelta y deja que me aguante por mi propio pie, sin apoyarme en ella.

Me doy la vuelta y la miro fijamente. Parece relajada, serena, con su compostura habitual... Esto es muy injusto.

—¿Lista? —pregunta.

Sus ojos centellean malévolos. Se mete el dedo índice en la boca y después el medio, y los chupa.

—Pura delicia, señorita Cabello —susurra.

Y están a punto de darme las convulsiones del orgasmo.

—No puedo creer que acabes de hacer eso —musito, al borde de desgarrarme por dentro.

—Le sorprendería lo que soy capaz de hacer, señorita Cabello —dice.

Alarga la mano y me recoge un mechón de pelo detrás de la oreja, con una leve sonrisa que delata cuánto se divierte.

—Quiero poseerte en casa, pero puede que no pasemos del coche.

Me dedica una sonrisa cómplice, me da la mano y me hace salir del ascensor.

¿Qué? ¿Sexo en el coche? ¿Y no podríamos hacerlo aquí, sobre el mármol frío del suelo del vestíbulo... por favor?

—Vamos.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora