Desayuno!

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A las seis en punto suena la alarma con la información del tráfico, y me despierta bruscamente de un perturbador sueño sobre rubias de intensa cabellera y mujeres de pelo oscuro. No entiendo de qué va todo esto, pero me olvido al momento porque Lauren Jáuregui me envuelve el cuerpo como la seda, con su mata de pelo rebelde sobre mi pecho, una mano sobre mis senos y una pierna echada por encima de mí, sujetándome. Ella sigue durmiendo y yo tengo demasiado calor. Pero no hago caso de esa incómoda sensación, e intento pasarle los dedos por el pelo con suavidad. Se mueve, levanta sus brillantes ojos verdes esmeraldas y sonríe adormilada. Oh, Dios... Ella es adorable.

—Buenos días, preciosa —dice.

—Buenos días, preciosa tú también.

Le devuelvo la sonrisa. Me besa, se desenreda para incorporarse, se apoya en un codo y me mira.

—¿Has dormido bien?

—Sí, a pesar de esa interrupción de anoche.

Su sonrisa se ensancha.

—Mmm. Tú puedes interrumpirme así siempre que quieras.

Vuelve a besarme.

—¿Y tú? ¿Has dormido bien?

—Contigo siempre duermo bien, Camila.

—¿Ya no tienes pesadillas?

—No.

Frunzo el ceño y me atrevo a preguntar:

—¿Sobre qué son tus pesadillas?

Ella arquea una ceja y su sonrisa se desvanece. Maldita sea... mi estúpida curiosidad.

—Son imágenes de cuando era muy pequeña, según dice el doctor Flynn. Algunas muy claras, otras menos en fin son imágenes borrosas.

Se le quiebra la voz y aparece en su rostro una mirada distante y atormentada. Con aire ausente, resigue con el dedo el perfil de mi clavícula, tratando de desviar mi atención.

—¿Te despiertas llorando y gritando? —intento bromear, en vano.

Ella me mira, perpleja.

—No, Camila. Nunca he llorado, al menos que yo recuerde.

Frunce el ceño, como si se asomara al abismo de su memoria. Oh, no... probablemente sea un lugar demasiado siniestro para visitarlo en este momento.

—¿Tienes algún recuerdo feliz de tu infancia? —pregunto enseguida, básicamente para distraerla.

Se queda pensativa un momento, sin dejar de acariciarme la piel con el pulgar.

—Recuerdo a la puta adicta al crack preparando algo en el horno. Recuerdo el olor. Creo que era un pastel de cumpleaños. Para mí. Y luego recuerdo la llegada de Taylor, cuando ya estaba con mis padres. A mi madre le preocupaba mi reacción, pero yo adoré a aquel bebé desde el primer momento. La primera palabra que dije fue «Taylor» . Recuerdo mi primera clase de piano. La señorita Charlotte, la profesora, era extraordinaria. Y también criaba caballos.

Sonríe con nostalgia.

—Dijiste que tu madre te salvó la vida. ¿Cómo?

Su expresión soñadora desaparece, y me mira como si yo fuera incapaz de sumar dos más dos.

—Me adoptó —dice sin más—. La primera vez que la vi creí que era un ángel. Iba vestida de blanco, y fue tan dulce y tranquilizadora mientras me examinaba... Nunca lo olvidaré. Si ella me hubiera rechazado, o si Michael me hubiera rechazado... —Se encoge de hombros y echa un vistazo al despertador a su espalda—. Todo esto es un poco demasiado profundo para esta hora de la mañana no crees—musita.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora