Accidente Parte I

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Cojo las dos cervezas Rolling Rocks de la abarrotada barra y voy a la mesa donde está sentado Shawn.

—¿Has encontrado sin problemas la casa de Lauren?

—Sí. No he entrado. Subí con el ascensor de servicio y entregué las fotos. Las recogió un tal Morgan. El sitio parece impresionante.

—Lo es. Espera a que lo veas por dentro.

—Estoy impaciente. Salud, Mila. Seattle te sienta bien.

Me sonrojo y brindamos con las botellas. Es Lauren la que me sienta bien.

—Salud. Cuéntame qué tal fue la exposición.

Sonríe radiante y se lanza a explicármelo, entusiasmado. Vendió todas las fotos menos tres, y con eso ha pagado el préstamo académico y aún le queda algo de dinero para él.

—Y la oficina de turismo de Portland me ha encargado unos paisajes. No está mal, ¿eh? —dice orgulloso.

—Oh, eso es fantástico, Shawn. Pero ¿no interferirá con tus estudios? —pregunto con cierta preocupación.

—Qué va. Ahora que ustedes dos se han ido, y también los otros tres tipos con los que solía salir, tengo más tiempo.

—¿No hay ninguna monada que te mantenga ocupado? La última vez que te vi estabas rodeado de una docena de chicas que se te comían con los ojos —le digo, arqueando una ceja.

—Qué va, Mila. Ninguna de ellas es lo bastante mujer para mí —suelta en plan fanfarrón.

—Claro. Shawn Méndez, el rompecorazones —replico con una risita.

—Eh... que yo también tengo mi encanto, Cabello.

Parece ofendido, y me arrepiento un poco de mis palabras.

—Estoy convencida de eso —le digo en tono conciliador.

—¿Y cómo está Jauregui? —pregunta, de nuevo afable.

—Está bien. Estamos bien —murmuro.

—¿Dijiste que la cosa va en serio?

—Sí, va en serio.

—¿No es demasiado mayor para ti?

—Oh, Shawn. ¿Sabes qué dice mi madre? Que yo ya nací vieja.

Shawn hace un gesto irónico.

—¿Cómo está tu madre? —pregunta, y de ese modo salimos de terreno pantanoso.

—¡Milaaaaa!

Me doy la vuelta, y ahí están Dinah y Chris. Ella está guapísima, con un bronceado fantástico, tonos rojizos en su rubia cabellera y una preciosa y deslumbrante sonrisa. Viste una camisola blanca y unos tejanos ajustados del mismo color que le hacen un tipo estupendo. Todo el mundo la mira. Yo me levanto de un salto para darle un abrazo. ¡Oh, cómo la he echado de menos!

Ella me aparta un poco para examinarme bien. Me mira de arriba abajo y yo me ruborizo.

—Has adelgazado. Mucho. Y estás distinta. Pareces más mayor. ¿Qué ha pasado? —dice con una actitud muy maternal—. Me gusta tu vestido. Te sienta bien.

—Han pasado muchas cosas desde que te fuiste. Ya te lo contaré luego, cuando estemos solas.

Ahora mismo no estoy preparada para la santa inquisidora Dinah Jane Hansen. Ella me mira con suspicacia.

—¿Estás bien? —pregunta cariñosamente.

—Sí —respondo sonriendo, aunque estaría mejor si supiera dónde está Lauren.

Atormentada por las sombras II - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora