ESPECIAL DE NAVIDAD

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N/A: este especial muestra la Navidad de Leah y Alex como padres primerizos de Jarrel, la catastrófica cena entre los McCartney y los Colbourn y... otras cositas más. ¡Felices fiestas! Disfruten.

«Espero nunca ser lo suficientemente grande para que deje de buscar la magia de la Navidad en cada muérdago, cada esfera y cada obsequio»

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(Alexander)

Me removí al percibir algo cálido bajar por mi abdomen. Era una sensación extraña, pero no desagradable. Me acariciaba con cautela la piel y la erizaba sin remedio, arrancándome un sonido crudo que terminó por privarme de los últimos resquicios de sueño.

Abrí primero un ojo esperando encontrar algún perro encima de mí como otra de las locas adquisiciones de mi esposa, pero no. Lo que me encontré fue a mi esposa misma trazando un camino a base de besos húmedos sobre mi abdomen, sus atenciones como migajas que dejara regadas a modo de rastros de su cariño. O su deseo.

La observé a través de la bruma del sueño.

—¿Tan temprano?—mi voz salió ronca.— Eres una exprimidora.

Elevó sus orbes hacia mí, traviesos y decididos, ganándose una punzada de mi miembro.

—No veo ninguna queja de su parte—le dio un apretón a mi pene sobre el pantalón del pijama y me arrancó un resuello.

—Primero que nada, buenos días—fingí indignación.

Ella soltó una risa, incorporándose un poco para retirar la sábana y descubrir mi entrepierna, que ya ansiaba sus atenciones.

Leah era como un mechero siempre encendido. Y si yo me pendría fácilmente, ella ahora llevaba la delantera. Las hormonas durante el embarazo la habían transformado en una exprimidora. Una que yo disfrutaba sin quejas.

—Buenos días—se echó el largo cabello oscuro sobre un hombro, cayendo como una cortina por un costado de su cara a la vez que su mano se colaba más allá del elástico de mi pantalón y liberaba mi potente erección, acariciándola con pericia.

Solté un gemido cuando pasó el pulgar por el glande, lubricándolo y terminé como una piedra al notar sus ojos clavados en los míos. El tirante de su pijama caía sobre su hombro y me deleitaba con un retazo sus pechos, pero no era suficiente. Quería verlos en todo su esplendor.

—Estaba pensando—comenzó, sin dejar de ondular su muñeca para administrar sus diestras atenciones sobre mi polla.— Que...

—¿Así que esto es un plan tuyo para convencerme de algo?—esbocé una pequeña sonrisa, pero doblé un brazo tras mi cabeza para seguir disfrutando de lo diestra que era su mano en masturbarme.

—No, esta es mi manera de desearte buenos días—se defendió, bajando los delgados tirantes de su pijama para dejar libres sus pechos, quizá porque no había dejado de devorarlos con la mirada en todo este tiempo y ella sabía leerme muy bien.

Tragué grueso cuando bajó la tela hasta su estómago, sus preciosas tetas visibles para mí y el pezón tan erguido que casi podía escuchar cómo rogaban por mi atención. Casi.

—En ese caso, por favor continúa—la insté, resollando con satisfacción al ponerse en cuatro en el espacio entre mis piernas, su culo en alto envestido por el diminuto short de satín recibiéndome.

Puso los ojos en blanco y me dio otro apretón que recibí de buena gana.

—No te acostumbres demasiado a esto.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora