Leah
Alexander caminó lentamente hacia la cocina, donde guardaba el botiquín de primeros auxilios. El aire era tan pesado que me costaba respirar, los oídos me zumbaban por los restos de adrenalina en mi cuerpo y mi mente era un monstruo vivo y enérgico, torturándome con el millón de posibilidades que me acorralaban como bestias hambrientas.
El ruido del plástico contra la madera me sacó de mis cavilaciones y lo observé extraer el material de curación.
No tenía idea de qué decir en este tipo de situaciones. ‹‹¿Te duele?›› claro que le dolía. ‹‹¿Estás bien?›› claro que no estaba bien. ‹‹Está frío el día de hoy, ¿eh?›› Joder, ¿por qué tenía que ser tan complicado?
Lanzó un quejido y decidí dejar de pensar.
—¿Necesitas ayuda?—caminé hasta él con vacilación.
Dejó de quitarse a ciegas la sangre de la nariz y me miró por un momento antes de continuar con su tarea.
—Soy perfectamente capaz de hacerlo solo.
De nuevo no encontré qué decir sin que sonara forzado, así que tomé gasas y las llené de antiséptico para mantener las manos ocupadas.
—Será más fácil si yo lo hago, déjame ayudarte.
Empujó la lengua contra el interior de su mejilla, considerándolo. Suspiró y se sentó en una de las sillas de su comedor, inclinando la cabeza para darme mejor acceso a su cara, que era una obra de arte moderno por todas las salpicaduras de sangre y zonas enrojecidas donde muy seguramente se formarían hematomas.
Jordan lo había golpeado no sólo con la intención de defenderse, sino de matarlo.
Alcancé la magulladura que tenía en el lado derecho de su mentón y tracé la forma con mis dedos. Era una aberración hacer algo así con su cara. Mis yemas estaban frías en contraste con el calor que irradiaba su mejilla, sus labios, su pómulo y la línea de su nariz. Jordan había trazado un camino de daños.
—Va a doler.
—Lo sé.
—No seré delicada, necesito limpiarlo.
—Lo sé.
Comencé limpiando la sangre que emanaba del corte en su labio. No emitió ningún sonido, pero por la forma en que estrechaba los ojos, sabía que ardía.
Retirar los restos de sangre de su nariz fue mucho más difícil y tuve que presionar para que dejara de emanar. Alex siseó entre dientes, dedicándome una mirada de pocos amigos.
—¿Estás limpiándome o tratando de terminar lo que empezó Jordan?—se quejó alejándose de mi toque.
—¿Qué? Claro que no—dije crispada. Él simplemente soltó una risita baja, como si fuera un chiste y lo miré confundida. Nunca terminaría de comprender sus locos cambios de humor.
—Estoy bromeando.
—No es gracioso—reproché sintiéndome sensible aún y continué limpiando su rostro, con sus ojos puestos sobre mí en todo momento.
—No vas a llorar, ¿o si?
Arrugué los labios, el nudo en mi garganta haciéndome imposible hablar, pero odiaba llorar. Me sentía demasiado expuesta y me parecía una pérdida de tiempo. Siempre había preferido el pragmatismo y la acción; el llanto estaba reservado sólo para esos momentos de catarsis inevitable—y necesaria.
—No.
Elevó una ceja, como si no me creyera y me concentré en terminar de limpiar la sangre de su nariz. No sabía si en algún punto dejaría de sentirme tímida en su avasalladora presencia, si dejaría de percibir que podía ver a través de mí con la claridad de un cristal.
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Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍAS
ChickLit《C O M P L E T A》 ‹‹Había algo extraño, atrayente y oscuramente fascinante en él›› s. Amor: locura temporal curable por el matrimonio. - Ambrose Bierce. Lo miré junto a mí en la cama y mi corazón dio un salto al tiempo que mi trasero pegaba contra...