Capítulo 31: Limbo.

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Leah

La furiosa lluvia siguió precipitándose sin tregua, colándose por mis poros y congelando la sangre en mis venas.

Mis aletargados ojos observaron el lugar donde él había estado segundos atrás, o minutos, u horas, no estaba segura, porque el tiempo había dejado de tener sentido y no había nada ahora.

No podía moverme, ni despegar los ojos del espacio vacío que antes había ocupado.

—Debemos irnos—noté la voz de Edith lejana, como si yo estuviera dentro de una botella, pero logró sacarme de mi estupor y traerme de vuelta. —Tenemos que ir al hospital.

Giré el cuello y parpadeé un par de veces para enfocar, entonces el mundo comenzó a moverse de nuevo. Su cara quebrada por la preocupación, con su cabello claro húmedo y pegándose a sus mejillas.

Asentí, ahogándome con el grito preso en algún lugar de mi pecho sin poder liberarlo; mis pulmones demasiado comprimidos, la sofocante sensación quemando tanto que apenas podía respirar.

Se sentía como morir, pero peor.

Inhalé una última vez, mis pulmones inflándose y apreté la mandíbula para detener el insistente temblar de mi cuerpo. Seguí a Edith por las gradas sintiéndome mareada y las náuseas escalando por mi esófago. Inhalé un par de veces más hasta forzar a las lágrimas a retroceder, llenándome de templanza.

No era el momento para derrumbarse.

¿Cómo había llegado hasta su auto? No tenía idea, pero agradecí que encendiera la calefacción y con manos temblorosas, me coloqué el cinturón de seguridad.

—Estará bien, no te preocupes—dijo con voz cortada, la vacilación evidente.

No hablé y centré mi vista al frente.

—No fue más que un golpe, Alex es más fuerte que eso—siguió conduciendo con los dientes castañeando.

Traté de ignorarla para no ceder a la desesperación que afloraba en mí.

—Verás que en un par de horas estará consciente de nuevo y...

—Edith, por favor—la corté, mi voz ronca como si no hubiese hablado por días.

Rió nerviosa.

—Tienes razón, no estoy ayudando.

—No.

—Llamaré a Ethan para que nos diga dónde están, ya debieron haber llegado.

No respondí y opté por pegar los ojos al frente, buscando conservar la poca fortaleza que tenía.

Llamó y los tonos resonaron por todo el auto vía bluetooth. Contestó al tercer toque.

—¿Edith?

—¿Dónde están?

—En el hospital central—parecía agitado y eso solo sirvió para aumentar mi ansiedad, aunque me hizo sentir mejor el que mamá estuviera en ese complejo.

Mi amiga me lanzó una ojeada dudosa antes de volver a hablar.

—¿Cómo está?

Guardó silencio por lo que a mí me pareció una eternidad y estuve a punto de arrancarme el cabello de la desesperación.

—No lo sé, siguió sin reaccionar pese a los esfuerzos de los paramédicos. Lo han metido en una habitación tan rápido como llegamos—dijo preocupado y estuve a nada de echarme a llorar.

—Vamos para allá.

—¿Quiénes?

—Leah está conmigo.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora