Capítulo 42: El detonante.

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Alexander

Mi cabeza estaba prendida en fuego.

O bajo la llanta de un automóvil.

No tenía pruebas, pero tampoco dudas.

Se sentía comprimida, una lacerante presión abarcándola y mi cerebro luchando por liberarse de los confines de mi cráneo.

El dolor pulsaba más fuerte que mi corazón, una brillante luz chocando contra mis párpados.

¿Estaba atravesando el túnel de la muerte?

Mierda.

Un gruñido de displicencia brotó de mi garganta cuando moví mi cuerpo con pesadez para bloquear la cegadora luz y evitar que mi cabeza terminara de explotar.

Suspiré con satisfacción cuando sentí la tela de un cobertor, mi cabeza reposando sobre algo cómodo y suave.

Al menos no estaba en la barra del bar o dentro de una zanja con olor a mierda a la orilla de la carretera. De hecho el lugar olía bastante bien; una esencia tenue, envolvente y muy familiar que solía asociar con...

Abrí los ojos y tardé unos segundos en distinguir el color claro de las paredes a través de mi visión desenfocada.

No reconocí el estante que había frente a mí, ni la mesita de noche que tenía cerca, ni la sábana con la que me cubría.

Mierda.

¿Cuánto había bebido ayer exactamente? Normalmente no me permitía beber hasta el punto de la inconsciencia en público desde el desastre con Leah en Las Vegas, y sabía que ella no me dejaría vivir si cometía alguna estupidez o terminaba repitiendo lo de...

Abrí los ojos con aprehensión y me senté pese al dolor que el movimiento repentino provocó en mi cabeza.

No había nadie conmigo en la cama, ni señales de ropa interior.

El alivio duró poco cuando comprobé que estaba en una habitación que era claramente femenina.

En mi estado, no lograba conectar el blanco de las paredes, ni el color caoba de los muebles o el espacio en sí, pero me resultaba vagamente familiar, como si hubiese estado antes en ese lugar.

Un nudo se asentó en mi estómago de pronto, una oleada de frío erizándome el vello de los brazos mientras escaneaba la estancia de nuevo en un pobre intento por reconocerla.

Quizás era de alguien con quien había tenido algún rollo anteriormente, tal vez era la habitación de una chica con la que...

El pensamiento instaló una dolorosa tensión sobre mis hombros, y el pánico me oprimió el pecho, un latigazo de dolor viajando desde mi nuca hasta mi sien.

No había manera. De ninguna jodida manera.

Era un imbécil, sí, pero no era idiota. No era tan idiota para perder lo único valioso que tenía en ese momento.

Pero si lo había hecho y Leah llegaba a enterarse, estaba seguro de que mis huevos no sobrevivirían la masac...

La puerta se abrió en ese momento y habría suspirado de alivio de no ser porque todo el aire abandonó mis pulmones al reparar por fin dónde estaba: la habitación de Leah.

La expresión de sorpresa duró sólo un segundo en su rostro, al tiempo que caminaba con una taza entre las manos a paso seguro.

—Pensé que seguirías durmiendo—se acercó al borde de la cama hasta estar a un palmo de distancia y me ofreció la taza, que pendió entre ambos mientras yo reunía las fuerzas suficientes para tomarla.— No es veneno—recalcó con un ligero toque de burla cuanto notó que estaba tardando demasiado en tomarla.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora