Capítulo 22: Efímero paraíso.

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Alexander

El pálpito de la incertidumbre permaneció perenne, sin amortiguarse ni decrecer.

Era una sensación desagradable que no podía definir, mucho menos explicar.

Algo sobre ésta persona—sobre Louis me hacía sentir incómodo. Como la sensación que quedaba pegada a tu espalda cuando notabas a alguien siguiéndote por la acera o viéndote de cierta forma que te provocaba escalofríos.

El póker me había ayudado a desarrollar la capacidad de leer a las personas y afilado mi intuición, por lo que obedecía a mis instintos la mayor parte del tiempo.

Entrelacé mis dedos con los de Leah, apretando su mano para impedir que se la estrechara. Él pareció captar el gesto y retiró la palma temblorosa que pendía en el aire cuando cayó en cuenta que ella no iba a corresponderle.

—Veo que tu chico es un poco posesivo—acotó mordaz, con una sonrisa que no llegó a consumarse—. No lo culpo, yo también lo sería.

—No es mi...

—¿Te quedarás a otra partida?—interrumpí, impaciente porque se alejara de nosotros.

Chasqueó la lengua, considerándolo.

—No, no creo—sonrió y la cicatriz que atravesaba su cara se arrugó con la acción—. Me has dejado limpio.

Perfecto. Entre menos tuviera que verlo por ahí, mejor. Además, ahora que sabía que no era el único con capacidades para robar dentro de un juego, era muy probable que no volviera a aparecer por el lugar. Normalmente no nos gustaba tener competencia.

—En ese caso, un gus...

—Rick quiere verte, príncipe—me cortó uno de sus mamuts—. Ahora.

Maldije para mis adentros, barajando mis opciones: no sabía qué era peor, si llevarla conmigo a la boca del lobo o dejarla ahí, lista y dispuesta con aquél tipo tan extraño le pusiera las garras encima.

—Ahora vuelvo—opté al final. Le di un último apretón antes de alejarme, no sin antes dedicarle una clara mirada de advertencia al hombre.

Lancé una última ojeada detrás de mi espalda cuando llegamos a la entrada del privado, sin que el sentimiento de que algo iba mal desapareciera.

‹‹¿Te sientes bien? ¡Reacciona! Estás siendo paranoico. La chica no es un vegetal ni está inválida, puede defenderse sola, concéntrate›› me regañó mi consciencia y la obedecí, entrando a paso seguro al anexo.

Rick tenía a Megan, una de las camareras que atendían en el bar, sentada sobre el regazo, ella acariciándole la barba y susurrándose el uno al otro cosas que jamás querría escuchar, ni aunque mi vida dependiera de ello.

Me aclaré la garganta con más dramatismo del necesario, impaciente por volver hasta Leah. Rompí con la romántica atmósfera y Megan reparó en mí, sus grandes ojos verdes mirándome con coquetería antes de retirarse para seguir trabajando.

Rick la observó embelesado alejarse sin perder la sonrisa de idiota; la escena dándome escalofríos de la repulsión.

—Tu dinero—le entregué el documento donde se consignaba la suma del premio y su sonrisa pasó de idiota embelesado a imbécil codicioso—. El tipo está limpio, como me has pedido.

—No esperaba menos de ti, príncipe—despegó la vista del papel para mirarme satisfecho—. Sabía que solo tú podías hacerlo. Los idiotas de Michael y Gerard lo dejaron irse con más dinero del que llevaba consigo al entrar. Por un momento creí que a ti también se te escaparía.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora