Capítulo 44: Revelaciones.

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Leah

Observé el desayuno humeante en el plato por lo que me pareció una eternidad, hasta que mis ojos comenzaron a escocer y tuve que parpadear.

Luego de que el punto más álgido de la catarsis hubiese cesado, decidí que lo mejor que podía hacer era ocupar mi mente en algo, así que preparé el desayuno mientras esperaba que Alex emergiera de su habitación, ordenara sus ideas y terminara de hacer cualquier cosa que estuviese haciendo.

No encontraba las palabras adecuadas para reconfortarlo, ni siquiera para afrontar la situación o comprenderla, y eso estaba volviéndome loca.

Michael estaba muerto. Estaba muerto y cualquiera que fuera el motivo, tenía que ver con Alexander, porque estaba comiéndoselo desde dentro, corroyéndolo como una sustancia nociva.

Retiré mi cabello del rostro con frustración.

Quería ayudarlo, pero no sabría cómo hacerlo hasta que me contara qué demonios estaba pasando.

Levanté la cabeza cuando escuché la puerta de su habitación cerrándose. Quizá había sido el olor de la comida lo que lo atrajo, o tal vez decidió que ya había sido demasiado tiempo de confinamiento en sí mismo.

Alex nunca había sido el tipo de persona que huía de sus problemas.

Tomé el plato junto con la taza de café y las coloqué sobre la mesa en una invitación muda para que comenzara a comer. Permaneció de pie a un palmo de distancia, observando dudoso los pancakes, los huevos revueltos y la tostada quemada.

—Sé que no soy el orgullo de ningún chef, pero es comestible. Yo misma lo probé—resopló por la nariz, como si mi comentario le resultara divertido.

—No tengo hamb...

Comenzó a replicar, pero se cortó a sí mismo cuando le dediqué una mirada que prometía algo más que un sartenazo si osaba decir una palabra más.

Se sentó y comió en silencio. Tomé asiento cerca de él, y callé, esperando pacientemente que me dijera algo.

Moría por hacerle preguntas, por cuestionarlo hasta que no hubiera un detalle que no hubiera escrutado, analizado y explotado, pero sabía lo hermético que podía ser cuando lo presionaba demasiado, y eso era precisamente lo que no quería que pasara.

Así que esperé.

Esperé mucho después de que terminara de comer y se hubiese bebido hasta la última gota del café. Esperé hasta que mi espalda comenzó a doler por la incómoda silla.

Esperé hasta que comenzó a hablar.

Me habló sobre su relación con Rick, la manera en que empezó y cómo fue mutando hasta convertirse en el infierno que ahora era. Me habló de cómo conoció a Louis—cosa que yo también recordaba porque había estado ahí—, y el papel que tenía en todo esto. Me habló sobre Fejzo, sus empresas, los negocios que tenían en común y cómo era la garantía en esa retorcida operación. Habló de la prórroga y el porqué Michael había sido asesinado.

Yo propuse dar el dinero a modo de solución; era algo que no necesitaba. Lo necesitaba a él, tranquilo, vivo; vivo y conmigo, pero se negó incluso antes de que terminara de planteárselo argumentando que esa no era la solución, sino más bien una forma de consentir que siguieran aprovechándose de él.

No era cuestión de dinero, sino de estrategia. De encontrar una manera de cortar esos enfermizos lazos de raíz en lugar de alimentarlos.

Me habló de la razón de su culpa. Me habló del cambio y el control en su vida, y cómo parecía que no podía hacer ninguna de las dos cosas bien; cómo todo parecía avanzar con fluidez en algunas cosas e irse a la mierda en otras.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora