Capítulo 35: ¿Nuevo aliado?

1M 49K 216K
                                    

Leah

Mamá estaba riéndose.

Tenía tiempo sin hacerlo abiertamente, con sus hombros sacudiéndose y la cara enrojecida por alguna broma privada que sólo papá y ella podían comprender.

Había comenzado a despertarse por las noches otra vez. Los gritos provenientes de su habitación reverberando por el pasillo y resonando como un eco dentro de la mía hasta hacerme perder el sueño también.

A veces a papá le costaba tanto tranquilizarla y hacerse escuchar sobre sus chillidos que alzaba la voz, las palabras de sosiego colándose hasta mi pieza y repitiéndolas por lo que parecían horas hasta que los quejidos y gimoteos cesaban, dando lugar al pesado silencio que seguía.

Así que sí, estaba feliz de que mamá sonriera de nuevo. No tenía idea de qué había detonado las pesadillas otra vez, pero una parte de mí tenía la certeza que se debía a la noticia de que el tal Óscar había salido libre, aunque podía ser algo más también.

Era frustrante, exasperante incluso. Era como golpear, golpear y golpear una pared con todas tus fuerzas esperando derrumbarla para conocer los secretos que escondía detrás, y que la habían convertido en eso precisamente: un muro, una fortaleza inexpugnable que no revelase un carajo sobre sí misma.

En  ocasiones sentía que mamá era una extraña. No conocía nada sobre su niñez, sus padres o su juventud. Era como una hoja en blanco.

Me sentía furiosa con mis padres por ocultarnos esas cosas porque, ¿qué podía ser tan malo sobre mamá que ninguno de los dos nos hablaba sobre ello? Ni siquiera Bastian parecía dispuesto a cooperar con información en ese sentido, y el tío Joe simplemente parecía perder la memoria cuando le preguntábamos sobre ello, hablando de otra cosa totalmente banal en su lugar.

La tía Tamara era una fortaleza incluso más impenetrable que mamá. Ni siquiera su cara dejaba ver un vestigio de lo que sentía por ese tema; el tema de sus vidas, de la vida de mamá antes de papá, que parecía no existir hasta ese punto, hasta que lo conoció a él.

—¿Tú qué crees, Leah?

La voz de Erik me sacó de mis cavilaciones y lo miré con atención, intentando recordar qué fue lo último que escuché de la conversación.

—Sí—me aventuré a decir, esperando que fuera la respuesta correcta.

—¿Crees que Claire se ve más gorda?—Erik me miró ofendido.

—Qué sincera—se burló papá y mamá soltó una risita.

—¡No!—me apresuré a decir.—No, no quise decir eso.

—Dijiste que sí—recalcó Damen del otro lado de la mesa. Lo fulminé con la mirada pero él me dedicó una sonrisa maliciosa. Ese niño adoraba ver el mundo arder.

—Cállate insecto.

—Amargada.

Sus ojos verdes brillaron con satisfacción al ver mi rostro compungirse en una mueca de molestia. Los hermanos menores tenían sólo dos propósitos en la vida: ser un dolor en el culo interminable o tu fiel sirviente hasta su independencia. En mi caso, Damen tenía el primer propósito y se empeñaba fervientemente en cumplirlo.

—No dije eso—insistí.

—Yo escuché que dijiste sí.

—Mam...

—Ya basta—nos cortó papá y nos contemplamos con hastío mudo, hasta que desistí.

—La verdad no estaba prestando atención, pero Claire se verá divina cuando por fin se casen—dije con sinceridad.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora