Capítulo 9: Tiempos desesperados, medidas desesperadas.

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Alexander

Increíble cómo una persona podía hablar tanto y decir tan poco. Era un talento que no todos poseíamos.

Mercy Parkinson parloteaba sin cesar sobre un montón de cosas sin sentido—estaba realmente sorprendido por su capacidad para decir más de quinientas palabras por minuto sin respirar—, y no detuvo su incesante palabrería durante el resto del camino hasta Rock Creek, llenando mi cerebro de chismorreos que no me importaban en absoluto, sobre personas que me importaban una mierda.

Parecía no afectarle que únicamente moviera mi cabeza de vez en cuando para aparentar que la escuchaba, al contrario, era como si solo la alentara.

Conocía a Mercy por la universidad y había comenzado a convivir con ella hacía poco menos de un año, claro, si a tener sexo ocasionalmente se le podía clasificar como convivir.

Me había parecido extremadamente bonita cuando la vi por primera vez en el edificio principal y sus rasgos cautivaron enseguida mi ojo artístico. Pensé que sería una modelo perfecta para las fotografías que pretendía enviar a Vevey, la escuela de fotografía que quería atender en Suiza y, aunque su facilidad para posar aunado a su belleza natural me habían ayudado a ganar algunos concursos a nivel Estado, no estaba seguro de que las fotografías que le había sacado fuesen suficiente. Quería impresionar en Suiza y sentía como si algo les hiciera falta.

Me gustaba fotografiar lugares, por supuesto, pero prefería un millón de veces hacerlo con personas; tenían mucho más para ofrecer y transmitir en mi opinión. Me gustaba captar las emociones que se reflejaban en su rostro incluso cuando no estaban conscientes de ello, la manera en que sus ojos gritaban un montón de sensaciones aunque sus labios estuviesen sellados: amor, tristeza, desesperación.

Mercy tenía un talento natural para posar y su belleza había encajado a la perfección con un montón de lugares en los que la había capturado, complementando el resultado final.

Cuando me aburrí de ese tipo de capturas, decidí probar algo nuevo y le propuse desnudos. Al principio pensé que se negaría, pero terminó aceptando antes de que le hiciera aclaraciones. También terminamos follando antes de que yo tomara la primera fotografía.

Después de eso, habíamos mantenido una relación discreta casi profesional. Yo la buscaba siempre que necesitaba una modelo—o un revolcón—, y no nos dirigíamos la palabra en horario escolar, mayormente porque ella estaba ocupada ligando con otros tipos.

Así que ahí estábamos, los dos en mi auto yendo a otra locación para tomarle a Mercy una nueva serie de fotografías esperando que ahora me parecieran lo suficientemente buenas y enviarlas con mi solicitud de ingreso a Vevey.

—¿Te estás follando a alguien en este momento?—la pregunta me sacó de mis cavilaciones.

—¿Qué?

—Ya me escuchaste—mencionó con diversión—. Sólo quiero saber si te estás follando a otra.

—¿Te importa?—pregunté con la misma emoción y la eché una ojeada antes de volver a centrarme en el camino.

—La verdad no—se encogió de hombros restándole importancia, mi rabillo del ojo captando la manera en que movía su larga cabellera oscura—. Pero como no me habías buscado en casi dos meses, pensé que ahora estabas cogiéndote a alguien más.

La imagen de Leah apareció en mi mente justo en ese momento y el amago de una sonrisa haló de mis labios.

«Me encantaría.» Pensé en responderle, pero me contuve.

—No, no he tenido rollos con nadie más.

—¿Entonces sigues siendo mío?—inquirió entusiasmada y acarició mi brazo. La miré por un instante y no pude evitar sonreír por su tonta manera de batir las pestañas, sus ojos almendra brillando con emoción.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora