Capítulo 3: In vino veritas.

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Leah

« ¿Estoy muerta?»

Intenté abrir los ojos y un latigazo de dolor recorrió mi cabeza, enviando un escalofrío por todo mi cuerpo.

Estaba tan, tan jodida. La resaca amenazaba fuertemente con matarme.

Con pereza, estiré el brazo y tomé mi celular, que descansaba en el buró enseguida de mi cama para revisar la hora y me limpié el hilillo de baba que corría por mi barbilla.

Si alguien me hubiese visto, seguramente hubiese pensado que estaba muerta y no dormida.

Tardé al menos dos minutos en enfocar la vista lo suficiente para ver claramente los números: el reloj marcaba las 3 p.m.

Revisé los mensajes que había recibido la noche anterior: diez eran de Jordan preguntándome si había llegado bien a casa y cincuenta eran de Edith, que a juzgar por su forma tan expresiva de escribir con un millón de emojis, estaba emocionada por algo.

Decidí no responder por ahora.

Mi estómago rugió en ese momento y me coloqué una mano sobre la frente, buscando aminorar el dolor de cabeza lo suficiente para incorporarme.

La fiesta de ayer había sido increíble. Recordaba haber bebido como si no hubiera un mañana, también haberme divertido a lo grande, aunque la mayoría de las memorias eran difusas después de ese show que había dado encima de la mesa.

Ni siquiera tenía idea de cómo había llegado a casa. Tal vez Edith me había traído o Ethan, o quizá Jordan sí había aparecido y se había compadecido de mí para traerme sana y salva.

Me incorporé con pereza y me coloqué una bata de satín sobre la misma ropa que había vestido el día de ayer. Primero iba a comer algo y después me daría un buen baño con agua fría para espabilarme.

Bajé las ornamentadas escaleras de caracol al tiempo que me recogía el cabello en un desparpajado moño y me dirigí arrastrando las pantuflas al comedor.

Tal vez Ana tendría compasión de mí y me prepararía algo.

Sin embargo, mi plan se fue al infierno porque Ana ya estaba ocupada sirviendo la comida de ese día a mis padres.

—Buenos días, bella durmiente—dijo papá con sarcasmo y una expresión férrea.

Conocía muy bien esa cara: estaba molesto por algo.

Me senté junto a Damen, mi hermano menor y me froté los párpados para desvanecer los rastros de sueño.

—Buenos días—dije con voz ronca.

—Pareces un zombi—dijo Damen con burla y yo le di un golpe en la cabeza.

—Cállate niño.

—Leah—me reprendió mi madre y cuando la miré, tenía una expresión sumamente seria que pocas veces la había visto utilizar— ¿Sabes a qué hora llegaste ayer?

Mis neuronas parecieron tardar siglos en comenzar a funcionar de nuevo, porque no tenía idea. Me rasqué la cabeza, nerviosa y negué cabizbaja.

—Eran las cinco de la mañana, Leah—respondió papá, con ese tono que helaba hasta los huesos y que casi nunca usaba conmigo—. Estabas completamente ebria. Dime, ¿qué esperas lograr?

— ¡Nada!—me apresuré a responder y le sostuve la mirada, que era mil veces más avasalladora que la mía, aunque tuviéramos los mismos ojos—. Lo siento, ayer me pasé de copas y Jordan no asistió a la fiesta, y no estaba ahí para cuidarme, así que...

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora