ESPECIAL 4 MILLONES: Entonces fuimos 4 [Parte 2]

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N/A: Este extra muestra el nacimiento de la nueva bebé y también la dinámica de Leah y Alex como padres. Advierto que este extra contiene temas sensibles como: aborto espontáneo, aborto inducido, procedimientos médicos realizados en el feto. Lean bajo su propio riesgo. Regalo pañuelos para los mocos.  ¡Disfruten!

«Si el final del mundo estuviese cerca, no buscaría una vida eterna, solo un segundo más junto a ellos, porque en ellos encontré mi paraíso en la Tierra.»

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(Alexander)

—Lamento la intrusión, ¿podrías llamar a Sabine?

Horace, su mayordomo, me escudriñó con ojo crítico desde su altura y sobre su larga nariz.

—Enseguida, señor Colbourn—anunció solemne, su espalda demasiado recta para su propio bien.

Parecía tener el palo de escoba muy enterrado en el culo. Me recordaba a Leah de alguna manera y vagamente me pregunté si no sería algún familiar perdido de los McCartnety.

Era una lástima para Horace que a él no estuviera dispuesto a sacarle esa vara del trasero como había hecho con mi esposa. Pobre hombre.

Di una rápida ojeada al recibidor de la enorme mansión de los Crawford en la que Sabine se había acomodado luego de su divorcio. Las enormes columnas revestían un orden compuesto tildándolo de un estilo romano antiguo. Las columnas reunían las volutas del jónico en las dos filas de hojas de acento del corintio, llevando en la cornisa dentículos y modillones sencillos.

Casi había olvidado que siempre me había sentido como dentro de una edificación antigua estando en su casa.

—¿Desde cuándo pides permiso para entrar?

Sabine sonrió apacible apenas me divisó.

Puse los ojos en blanco sin perder el cariz de diversión.

—Veo que Leah les está enseñando modales a ustedes dos—dijo acercándose sin perder el buen humor.— Pero si es mi papá favorito—me echó los brazos al cuello y me estrechó contra sí en un contacto amistoso que agradecí.

Le correspondí el abrazo y la dejé libre luego de un momento con el regusto dulce de su perfume mareándome. Estaba demasiado acostumbrado a los aromas suaves de Leah.

—Tu mayordomo no me habría dejado entrar si no me anunciaba antes, ahora pretende que no me conoce luego de haberme cambiado los pañales.

Sabine soltó una risa y el gesto me alegró sobremanera. No lo hacía mucho últimamente.

—Horace solo sigue el protocolo, ya sabes, después de lo ocurrido con...

Un matiz distinto se adueñó de su rostro y tiñó de pesar sus palabras, pero no pudo continuar porque los pasos presurosos hicieron eco en el amplio espacio.

—¡Papá!—Jarrel llegó hasta mí con Laila pisándole los talones, sus piernas más pequeñas y regordetas impidiéndole alcanzar a mi hijo.— ¡Mira lo que encontramos en el lago!

Me puse en cuclillas para recibirlo y en un rápido movimiento, atrapé la obesa rana que me lanzó sin mucho aviso. Resbaló de mis dedos y tuve que usar ambas manos para sostenerla. Sus ojos negros como canicas me miraban asustados.

—¡Mira lo que encontramos, tío Alex!—lo imitó Laila y miré a la pequeña que sonreía ilusionada con una enorme mancha de tierra en la mejilla.

Sonreí también. Estiré el brazo para retirarle el montículo de tierra del lugar. Para ser tan pequeña era bastante vivaz y me recordaba mucho a Sabine en nuestra juventud más allá del extraordinario parecido que compartía con su madre por los profundos ojos verdes y el cabello pelirrojo.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora