Capítulo 56: Retrouvaille.

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Maratón 2/2

Alexander

—Mierda.

Enterró la cara en las sábanas al tiempo que yo apretaba el agarre en sus muñecas, halando de sus brazos para obligarla a permanecer en el lugar y lograr acceso libre a su maldito coño.

Doblegué y coaccioné su cuerpo hasta tenerlo a mi merced.

Sus gemidos agitados se mezclaban con el eco de la piel contra piel, sus ojos cerrados y la boca abierta mientras sus tensas piernas luchaban por seguir mi ritmo.

Azoté una de sus expuestas nalgas y me regodeé en el sonido y la vista que me obsequió, su espalda retorciéndose, tensándose y balanceándose al despiadado compás que mi pelvis ejercía sobre su vagina, chocando contra su bonito trasero.

Dejé libres sus brazos e hizo puño las sábanas, aferrándose a ellas como si fuesen la vida misma. Observé embelesado el lugar donde nuestros sexos conectaban, el notorio contraste de nuestras pieles y la manera tan sencilla en la que mi pene se deslizaba dentro, sin oponer ninguna resistencia, permitiendo saciarme en ella.

Un sonido gutural brotó de mi garganta y enterré las uñas en su cintura para aumentar el velocidad de la invasión, la profundidad de los embates. Gimió fuerte, sus piernas firmes a ambos lados para tomarme por completo. Abrió la boca aún más, gimió otra vez y levantó más el trasero, dibujando una sonrisa triunfal en mi cara.

Estaba a punto de correrse. Hacía eso siempre que estaba cerca.

Salí de su interior seguido por una protesta de su parte.

—¿Por qué te det...?

Moví su cuerpo con facilidad hasta colocarlo de lado; su espalda encarándome de nuevo. Froté el glande contra su húmeda entrada para colectar lubricación y me deslicé hacia su interior otra vez, siendo recompensado por un suspiro de satisfacción. Estrujé uno de sus pechos con deseo al tiempo que pasaba mi lengua por su cuello lleno de transpiración, provocando otra serie de gemidos suaves.

—Joder—suspiró cuando afiancé mi mano a su cintura y volví a arremeter contra ella con un cruel vaivén, el ritmo tan duro que seguramente el golpeteo de la cabecera contra la pared se escucharía hasta la recepción, pero no podía importarme menos.

Pasó un brazo detrás de mi nuca, sus uñas encajándose en la piel mientras me instalaba en la curvatura de su cuello para sellar mis labios en él y percibir el agitado latir de su corazón debajo.

Sí, sí, sí. No pares, por favor, no pares—gimoteó con tono desesperado y la complací.

Enredé una mano tras su rodilla para levantarla y tener mejor acceso a su vagina, mis dedos luchando contra la humedad de su piel, contra la capa de sudor que el calor en la estancia y la cercanía de nuestros cuerpos había puesto sobre ella.

Observó embelesada cómo la follaba, los ojos pardos brillantes y los labios ligeramente partidos. Mi manzana de Adán se movió con el gruñido de satisfacción que emití, el orgasmo apretando tanto en la boca de mi estómago que la sensación era deliciosamente insoportable.

Mordí la curvatura de su cuello y sólo eso bastó para que alcanzara la cima. Su cuerpo se sacudió un segundo después, los músculos de su feminidad envolviéndome con fuerza y arrastrándome con ella; el placer remolcándome.

Dejé libre su pierna cuando recobré un poco de conciencia. Permaneció recostada boca abajo recuperando la respiración, que era errática y entrecortada, igual que la mía.

Me retiré el preservativo, lo tiré en algún lugar de la habitación y me recosté contra el montón de almohadas cubriéndome los ojos con el antebrazo. ¿Por qué no había cambiado todavía esas molestas luces?

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora