Capítulo 21: Cartas sobre la mesa.

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Alexander

Mamá entró como una exhalación en el amplio estudio al tiempo que yo depositaba la taza de café sobre la mesa que tenía al lado.

Dejó caer un pequeño sobre con aire desdeñoso en la mesita de centro antes de situarse detrás de su lustroso escritorio, pulcramente ordenado con algunos pergaminos de diseño sobre la madera. Volvió a concentrarse en su trabajo sin mediar palabra, como hacía siempre que estaba disgustada por algo.

—¿Alguna razón por la que olvides tu fobia a las arrugas y juntes así las cejas?—dije con aire burlón, tratando de aligerar el ambiente.

Puso su cabello rubio sobre el hombro y arrugó los labios. Si tuviera que adivinar, diría que se había peleado con Brad—solía tomar esa faceta seria cuando algo así sucedía. Eran como novios de secundaria: creando la tercera guerra mundial cada vez que se molestaban con el otro y reconciliándose al día siguiente, como si nada hubiera pasado jamás.

Suspiró cansadamente.

—Arthur Whiteley acaba de irse.

Me incliné hacia adelante en el enorme sofá, mi propio cuaderno de planeación olvidado en mi regazo.

—¿A qué ha venido?

Se encogió de hombros y dejó el lápiz de punta fina a un lado, mirándome por fin.

—Supongo que Claire le habrá dado mi mensaje y ha venido a saludarme, somos buenos amigos. También ha venido a entregarme eso—hizo una seña con la cabeza, con una mueca de desagrado—. Al parecer harán una fiesta para anunciar formalmente el compromiso entre los McCartney y los Whiteley.

Mis labios se alzaron en un rictus.

—¿Y por eso tienes cara de gastritis?

—Obviamente. Lo último que quiero es convivir con esa maldita familia. No importa cuánto trate de evitarlos, siempre termino coincidiendo con ellos en algo. Son como la peste—hizo aspavientos con las manos—, y no quiero ver a la puta de Alison pretendiendo ser algo que  no es—sentenció con agriedad, dando un sorbo a su taza de té diaria, la única tradición inglesa a la que le había tomado afecto.

Enarqué una ceja al final de su vómito de odio, reparando en el crudo insulto que había usado para referirse a la señora McCartney. Pocas veces utilizaba ese tipo de lenguaje, así que debía molestarle profundamente la presencia de esa mujer.

—¿Por qué tanto resentimiento hacia ella?—pregunté colocando el cuaderno de lado y cruzándome de brazos, incapaz de ocultar la curiosidad que me carcomía por dentro—¿Eran mejores amigas en la universidad y te robó al novio o algo así?

Los ojos de mamá me fulminaron.

—No me digas—coloqué una mano al frente, simulando que pensaba—, ¿te hacía bullying?

—No digas idioteces, Alexander—su rostro se compungió en una mueca de asco y yo sonreí—. Solo estoy diciendo lo que es: una puta. No hay otra forma de referirse a las de su clase.

Estaba sorprendido con su falta de miramientos a la hora de hablar de ella.

—¿Es porque te quitó a Leo?—la idea se formó en mi cabeza y brotó de mis labios incluso antes de que pudiera detenerla—¿Porque terminaron el compromiso?

La sorpresa inundó sus facciones.

—¿Cómo sabes eso?

—Lo escuché por ahí—dije encogiéndome de hombros con fingido desinterés.

—Da igual—hizo un gesto con la mano para restarle importancia—, no es por eso. Una relación con Leo McCartney nunca estuvo realmente en mis planes. Él fue solo una plataforma.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora