Capítulo 8: Mejor olvidarlo.

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Leah

Me concentré en los escalones que bajaba a velocidad de la luz para no romperme mientras trataba apresuradamente de huir de él. Ni aunque la misma muerte hubiese estado pisándome los talones habría corrido tan rápido como en ese momento.

Podía correr un maratón con tacones de ser necesario, pero bajar las escaleras para huir de Alexander Colbourn, era otra historia. Simplemente no poseía esa habilidad.

Él me seguía de cerca y podía apostar que no estaba tan agitado como yo, porque cada paso suyo eran dos míos. Ignoré su presencia, que percibía casi pegada a mi espalda y me dediqué a recorrer los metros que me separaban del pasillo principal y de la dulce seguridad que representaba estar rodeada de más personas.

Como era de esperarse en un establecimiento lleno de universitarios, el pasillo que llevaba a la entrada estaba atiborrado de idiotas que peleaban igual que bestias para salir primero y evitar una muerte inminente.

Entrar en ese pasillo significaba sumergirse en una manada de hipopótamos frenéticos tratando de salvarse, pero prefería ser arrastrada por ellos antes que pasar otro segundo en la avasalladora presencia del heredero de los Colbourn.

Cuando entré en el tumulto, me arrepentí inmediatamente, porque fui remolcada y absorbida por el alboroto de personas que buscaban llegar al exterior, impulsadas por la psicosis que creaba el insistente chillido de la alarma de incendios.

Algunos estudiantes gritaban histéricos, mientras que otros estaban teniendo el tiempo de su vida con las caras de terror que ponían todos, como suricatos espantados.

Trataba de seguir el paso acelerado de los demás, pero con los jodidos tacones y el montón de pisadas y codazos que recibía a diestra y siniestra, me resultaba imposible.

Esas personas no conocían el significado de espacio personal y la escuela no conocía lo que era un adecuado plan de evacuación.

Maldita la hora en que me pareció buena idea usar tacones en lugar de cómodos zapatos deportivos. Alguien pasó junto a mí como una exhalación dándome un fuerte golpe en el hombro que me desequilibró y mi pecho se comprimió cuando miré el suelo acercándose.

Sin embargo, antes de que mi cara entrara en contacto con el piso, alguien me sostuvo firmemente del brazo y me ayudó a incorporarme colocando una mano en mi cintura. Por reflejo, yo coloqué mi mano sobre la suya. Cuando levanté la vista, Alexander se cernía sobre mí, tan alto y firme como un muro conteniendo ese mar de estudiantes alterados.

Las comisuras de sus labios se alzaron en un rictus y pareció divertido ante la situación.

—¿Qué? ¿Quieres morir aplastada ahora?—dijo con sorna y yo retiré su mano de mi cintura con brusquedad, aunque seguía sosteniéndome del brazo y deteniendo mi andar, pese a que la gente continuaba saliendo al exterior.

—Suéltame—espeté con aspereza.

Podía ver la burla danzando en el azul de sus ojos.

—¿No sabes decir otra cosa? ¿Se te acabó tu vocabulario?

Fruncí los labios, ofuscada, al tiempo que buscaba liberarme de su fuerte agarre.

—Tengo un vocabulario muy amplio—alcé la barbilla con aires de superioridad—, pero no puedo usarlo contigo si lo único que haces es seguir invadiendo mi maldito espacio personal.

La presión que ejercía aminoró un poco y los hoyuelos en los que yo había reparado anteriormente se formaron en sus mejillas. El detalle resultó casi...encantador.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora