Leah
Edith agitó algo frente a mí que no pude distinguir hasta que enfoqué la vista.
—No sé qué hice, pero te juro que no fue mi intención—me tendió una barra de chocolate como ofrenda de paz.
—¿De qué hablas?—dije saliendo de mi estupor.
—El chocolate libera endorfinas, endorfinas que necesitas para quitar la cara de perro atropellado que tienes. La necesitas más que yo, créeme—volvió a agitarla y la empujé con reticencia.
—No tengo hambre.
—Y yo no tengo ganas de soportar tu malhumor—respondió mordaz, abriéndola.— ¿Por qué esa cara? ¿Problemas en el paraíso?
Puse los ojos en blanco y negué.
—¿Estás en tu período?
Suspiré, hastiada.
—Sí.
—Eso explica muchas cosas—inspeccionó sus uñas buscando alguna imperfección en su impecable manicure.— Tu esposo está siendo inteligente y huyendo de Godzilla, el problema es que yo soy quien tiene que lidiar con él.
Ahogué una risa por el comentario. Al menos estaba contribuyendo a apaciguar el horrible humor que había tenido desde mi encuentro con Louis. Sus palabras aún retumbaban en mi cabeza, llenándola de imágenes que no quería pensar e inundándome de emociones que no sabía cómo manejar.
Todo aquello era una gran zanja de mierda en la que yo solita estaba hundiéndome.
—Te extrañé—dije esbozando el atisbo de una sonrisa y apretando su mano.
—Claro que extrañaste, tu episodio de Rapunzel debió ser muy aburrido sin mí—reí por sus repentinos aires de importancia—. Moría por volver a la universidad, otro día más de vacaciones y me colgaba del ventilador con mis extensiones de cabello.
Esa vez se las arregló para arrancarme una carcajada.
—Habla por ti—contrarié percibiendo las miradas nada sutiles que me lanzaban todos en la cafetería.
Las vacaciones de invierno habían hecho nada para amortiguar el impacto que mi matrimonio con el heredero de los Colbourn causó en toda la universidad; tampoco habían contribuido a aminorar la oleada de odio que había elevado mi infidelidad.
Era el blanco de muecas de repulsión de unos y la envidia de otros. La dicotomía era bastante extraña en realidad, pero no podía importarme menos, ni siquiera el hecho de que Grace me incinerara con la mirada cada vez que nos cruzábamos en algún pasillo.
—¿Lo dices por estos buitres?—alzó la voz girando su cabeza hacia un par de estudiantes sentados en la mesa trasera que me escrutaban sin pudor.
No tardaron en desviar la vista por el imponente tono de mi amiga.
—Debo admitir que es bastante divertido.
—¿Ver mi reputación en el piso? Qué buena amiga eres—me quejé.
—No eso, idiota. El numerito de víctima que se está montando Jordan.
—¿De qué hablas?
—¿Quién crees que esparció la versión donde tú eres la mala de la historia?—abrió los ojos, expectante, como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Quién?
—Jordan, claramente.
Me encogí de hombros.
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Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍAS
ChickLit《C O M P L E T A》 ‹‹Había algo extraño, atrayente y oscuramente fascinante en él›› s. Amor: locura temporal curable por el matrimonio. - Ambrose Bierce. Lo miré junto a mí en la cama y mi corazón dio un salto al tiempo que mi trasero pegaba contra...