Capítulo 4: Rudo despertar.

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Leah

Santa Madre de...

El mero pensamiento hizo que una ola de dolor me recorriera de la cabeza a los pies.

Mis hombros dolían.

Mis piernas dolían.

Diablos, incluso me sentía tremendamente dolorida en lugares donde no tendría porqué sentir dolor.

Me removí con pesadez en la cama y fui invadida por otro coletazo de malestar en toda mi anatomía.

« ¿Qué pasó ayer?»

Fruncí el ceño, tratando de cerrar los ojos con toda la fuerza posible para que la molesta luz del sol no interrumpiera las horas de sueño que tanta falta me hacían.

¿Por qué Sara o Edith no habían cerrado las cortinas?

Sentía los párpados pesados y la boca horriblemente seca, como si mi lengua estuviese hecha de cartón.

Mataría por un vaso de agua en ese momento.

Lentamente, muy lentamente, abrí un ojo para obligar a mi cuerpo a despertarse y funcionar de nuevo. Necesitaba cerrar esas cortinas para volver a dormir.

Mi cerebro registró algo cálido junto a mi brazo y asumí que alguna de las chicas se había dormido en mi cama, incapaz de recorrer el camino hasta la suya por el aplastante cansancio.

De a poco, fui más consciente de mi alrededor y, cuando abrí ambos ojos, me di cuenta de que ese techo con una textura en relieve y un horrible color blanco no era del hotel donde nos estábamos hospedando.

Entonces, tres cosas ocurrieron de manera simultánea: primero, me incorporé en la cama de un salto, apoyada en mis codos y me sentí mareada inmediatamente; segundo, caí en cuenta de que ese lugar no era mi habitación de hotel; tercero, y lo más aterrador, no dormía sola.

Lo miré junto a mí en la cama y mi corazón dio un salto al tiempo que mi trasero pegaba contra el duro piso de moqueta por la impresión, creando un ruido sordo.

Aún en mi estupor, reparé en que había arrastrado la sábana que me cubría conmigo hasta el piso, ciñéndola con fuerza. Cuando la retiré un poco, me di cuenta de que estaba desnuda.

Completamente desnuda.

‹‹Oh Dios, ¿qué he hecho?›› repetí una y otra vez, con un terrible dolor lacerando mi cabeza y observando ensimismada cómo él se removía entre las sábanas.

Pensé que me desmayaría en ese momento. Carajo, creí que me daría un infarto allí mismo.

Él estaba acostado sobre su estómago, durmiendo plácidamente y con la mitad de la cara escondida en la almohada, por lo que desde mi posición no podía verle bien el rostro.

Mierda, mierda, mierda.

« ¿Ves lo que pasa cuando bebes, Leah?» Se mofó mi conciencia y quise que la tierra me tragara en ese momento y me escupiera en el infierno, donde debería estar.

Sentía como si estuviera dentro de la película ¿Qué pasó ayer? y no lograba encontrar la diversión en no recordar una mierda del día anterior.

Las memorias de la noche anterior eran una masa difusa e inconexa. No tenía idea de cómo había terminado ahí, mucho menos quién era el extraño que me acompañaba en la cama.

Hice un esfuerzo por juntar las piezas del disparatado rompecabezas que era mi memoria, pero fui recompensada con una punzada por el esfuerzo, así que lo dejé.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora