Capítulo 40: Los Pembroke.

575K 36.8K 87.3K
                                    

(Maratón 3/3)

Abraham

La tensión en la atmósfera era palpable.

Los ojos de Leo eran tan filosos como dagas, reflejando el inmenso deseo que sentía de clavármelas a la más mínima provocación, aunque no estaba seguro de quién haría el primer movimiento, si él o el hijo de Byron, que parecía querer incinerarme vivo.

Su padre por otro lado, lucía tranquilo y colectado.

Yo los observé como quien evaluaba la rentabilidad de sus inversiones, como quien trataba de decantarse por el número que resultase más redituable.

Era como si todos estuviésemos dentro de un tablero de ajedrez, esperando que el oponente hiciera el primer movimiento para poder atacarlo.

—¿Y bien?—presionó Leo con voz áspera.

Abrí un folder y les tendí una copia del contrato prenupcial a ambos hombres; el hijo de Byron se inclinó cerca de su padre en cuanto éste lo tomó para analizarlo, mientras mi otro invitado casi me arrancó el brazo al momento de arrebatármelo.

Él era muy inteligente, pero también temperamental y volátil, y esperaba que en esa ocasión, su temperamento jugara a mi favor; con el juicio nublado por la cólera, era más sencillo sentirse acorralado sin siquiera buscar la salida.

—Esto es ridículo—ladró ofuscado alzando la cabeza y perforándome con sus afiladas orbes.— Es una penalización absurda, Abraham. Es más de lo que recibirías durante los primeros tres años de su matrimonio y eso si te concedíamos una participación de mayor porcentaje en las utilidades de mi empresa.

—¿Lo es? Me parece lo justo—entrelacé las manos sobre mi estómago, evaluándolo con dureza.— Aunque debería aumentar la penalización por la forma tan reprobable de actuar de tu hija. Quizás debí prever su falta de clase y establecer una cláusula penal por adulterio.

—No t...

—Eso sería una estupidez—intervino el hijo de Byron, sus ojos fijos en los míos.—¿Dónde está el adulterio en esta situación?—cuestionó inclinando su cabeza a un lado levemente, desafiante.

—Alexander—advirtió su padre.

—No sé si conozcas el concepto de adulterio, pero ella está casada conmigo, y hasta donde yo sé, no me engañó a mí, así que, te repito, ¿dónde está el adulterio?—continuó, ignorándolo.

Me sostuvo la mirada sin vacilar por unos segundos más, las palabras muertas en mi lengua mientras trataba de encontrar una buena respuesta para desacreditarlo.

—Además, yo tendría cuidado de lo que saliera de mi boca si fuera tú, después de todo, eres el que está babeando como un perro por unas cuantas monedas nuestras, ¿no es así?

—Cuidado, estás hablándole a mi padre, no a un amigo—advirtió Jordan desde su lugar.

—Nunca dije que fuésemos amigos—respondió con desdén.— Claramente nunca podríamos serlo.

—Basta, es suficiente—reiteró Byron con tono tajante.

—Da igual, no estamos aquí para discutir los valores que tenga o no tenga la chica.

—Los valores que ella posea o no, es cosa mía, así que no te metas—aseveró Leo en tono amenazante.

—Entonces, ¿cuándo harás las cesiones monetarias y accionarias?—pregunté para quitarme de encima al chico.

Movió su pie bajo mi escritorio, como si estuviera sopesando la mejor opción para ganar ventaja en la partida.

—Cuando analice el contrato.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora