Capítulo 7: La manzana del Edén.

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Leah

Su piel está tocando la mía en todos los lugares correctos.

Puedo sentir la dureza de hueso, músculo y piel tensándose bajo mis palmas, mis manos viajando por todo su pecho.

Se estrecha más contra mí y recibo de buena gana el contacto, la fricción y el calor de su cuerpo sobre el mío. Saboreo la sensación que me provoca el tenerlo tan cerca de mí, con su respiración erizando cada vello que poseo, dejando húmedos besos sobre mi cuello, que no hacen otra cosa que tensar el nudo que lleva tiempo construyéndose en mi vientre.

Estoy tan excitada que siento me desintegraré de mera ansia. La humedad entre mis piernas es insoportable y mi cerebro, velado por la bruma de la lujuria, no alcanza a entender por qué se está tomando tanto tiempo.

Siento mis pezones tan endurecidos que duelen de mera expectación, ansiosos por recibir atención. Juega con uno de ellos entre sus dedos, suavemente tirando de él y suelto un jadeo más fuerte de lo que debería cuando siento su lengua circular el otro, creando una tortuosa y lenta danza en torno a la sensible superficie.

Arqueo mi espalda buscando su boca cuando lo siento sobre mi otro pecho, trabajando con la misma diligencia y siniestra lentitud, como si disfrutara de hacerme rogar por más contacto con sus expertos labios. Quiero callarme, quiero controlarme, pero no puedo hacerlo. Las sensaciones son simplemente cósmicas.

Besa el medio de mis pechos y lo siento acomodarse sobre mí, trazando caminos con su boca; húmeda, firme, caliente y devastadora, moldeándome a su antojo.

Circula mi ombligo antes de descender un poco más, hasta mi monte de Venus y yo estrecho más mi piernas para mantenerlas juntas, incapaz de suprimir el reflejo por recibir atenciones en esa área tan sensible. Mis pies están tan curvados que siento como si fuera a sufrir un calambre en cualquier momento.

Estaba a punto de entrar en combustión.

Recorre mi pierna depositando tiernos besos sobre ella, hasta llegar a la parte interior del muslo, mi piel hormigueando deliciosamente ahí por donde pasa. Separa mis piernas suavemente y se acomoda entre ellas, con sus manos firmes en mi cintura, enviando ondas eléctricas ahí donde sus masculinos dedos me tocan.

Estoy tan tensa por la expectación que siento como si estuviera a nada de explotar en mil pedazos.

Un fuerte gemido se escapa de mis labios cuando siento su lengua en mi feminidad y muevo mis caderas inconscientemente, buscando mayor contacto, porque la sensación de su boca es exquisita.

Jadeo por aire, sus atenciones lo han robado de mis pulmones y mi vista permanece nublada por el deseo; mi cerebro completamente centrado en él.

Circula mi clítoris con su experta lengua y vuelvo a mover mis caderas antes de poder detenerme. No quiero perderme un solo segundo de esa magnífica sensación. Lo siento trabajar nítidamente sobre mí, mis piernas tan tensas como una cuerda a punto de romperse y mis nudillos blancos por lo fuerte que tomo las sábanas. Succiona suavemente mi parte más sensible y siento que perderé la cordura en ese momento. Recorre mi entrada abiertamente, creando mapas, chupando, lamiendo y enloqueciéndome.

En poco tiempo yo ya soy un coro de súplicas y gemidos, ¿y cómo no serlo? Si esto es magia pura. Una experiencia casi religiosa.

Me incorporo sobre mis codos para mirarlo, para observar la orquesta que está tocando sobre mi cuerpo y sus ojos azules me miran de vuelta entre mis piernas. Alexander me regala momentáneamente una de sus mortales sonrisas, un amago apenas que resulta peligrosamente excitante y que es casi suficiente para hacer que me corra, antes de volver a sellar su boca en torno a esa parte en específico que me desarma.

Irresistible Error. [+18] ✔EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora