85.- Consulta

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Al día siguiente, tras las clases, Izuku me acompañó a la consulta de la Dra. Ishikawa. En principio iban a acompañarme mis padres, pero debían estar en la reunión de admisión de Shinso, así que se les hacía imposible.

- Bueno, ¿estás lista? - preguntó Izuku cuando estuvimos frente a la puerta.

- Creo que no del todo... - suspiré - Pero es lo mejor, ¿No?

- ¿Quieres que te espere aquí?

- No hace falta, puedes irte a las residencias. Debería poder salir a tiempo para lo de Eri.

- Entonces me voy. Que vaya bien.

Me dio un beso en la mejilla y se marchó. Sonreí levemente, tenía mucha suerte de tenerle. Llamé a la puerta, y una voz femenina me indicó que pasara.

- Buenas tardes - saludé - Soy...

- Shayumi Aizawa, ¿Verdad? - dijo la Dra. Ishikawa, y asentí con la cabeza - Siéntate en el sofá frente a mí, anda.

Entré en la consulta y me senté donde dijo la doctora. Era realmente incómodo...

- Sí, voy a tener que cambiarlo pronto, no eres la primera que se queja.

- ¿Cómo lo has...? - pregunté.

- Mi kosei - respondió.

- ¡Puedes leer mentes! - exclamé - ¡Es una pasada!

- Gracias - dijo con una sonrisa - Aunque seguramente no sea tan genial como el tuyo.

- No sé qué decirte. Leer la mente puede ser muy útil, tanto contra villanos como en tu profesión.

- Eso no te lo voy a negar - rió - Mis pacientes no pueden ocultarme las cosas mucho tiempo.

- Es realmente increíble.

- Gracias. Y, oye, ¿Cuál es tu kosei?

- Puedo transformar aquello que toco con las manos. Pero no funciona con personas o animales. Aunque supongo que es mejor así, sería muy turbio.

- Me he fijado en que no paras de frotarte la palma de la mano derecha con el pulgar izquierdo. ¿Te molesta?

- Un poco, es por el sobre-uso.

- ¿Me dejas ver?

Oh.

- Ya veo por dónde vas...

- Me pillaste - se encogió de hombros - Culpa mía, tal vez he sido demasiado obvia.

- ¿Por qué has dado rodeos antes de sacar el tema?

- Por experiencia, mis pacientes tienden a ponerse a la defensiva si abordamos el tema nada más empezar la sesión.

- Entiendo, aunque supongo que ya es tarde.

- Así es, así que vayamos al grano: ¿Cuál es el problema?

- Creía que mi padre ya te lo había explicado...

- Sí, pero prefiero oírlo de ti.

- Está bien... Tengo pesadillas prácticamente cada noche, y oigo voces en mi cabeza.

- ¿De qué tratan las pesadillas?

- Pues...

No podía hablar de ello. No otra vez.

- Ey, para, te acabarás haciendo daño.

Miré hacia abajo, viendo que me estaba clavando las uñas en el brazo. La doctora se acercó a mí, llevando su mano a mi antebrazo, pero me aparté de golpe.

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