Cap. 40: La Tristeza Del Ciervo y La Rabia Del Perro.

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Remus se colocó los audífonos con un libro abierto en su regazo, fingió no haber visto un Regulus furioso caminar dando zancadas hacía el interior de la escuela, y por su puesto ignoró totalmente que James Potter haya salido de uno de los árboles del bosque, mismos por los que Regulus se había ido solo unos segundos antes. Se quedó ahí frente al lago, justo como le recomendaron por Sirius si no quería meterse en una pelea contra Ravenclaws por jugarles una broma cuando fueran al entrenamiento de lacrosse, y en vista de que no pudo convencerlos de otra cosa, se apoyó totalmente contra el tronco del árbol que se encontraba en su espalda. 

Hace dos meses que comenzaron las clases, un mes y medio en el que Sirius consiguió sus pases para ir a la fiesta de fin de año y dos días de sus primeras citas en Hogsmead. Remus había estado con Peter, intentando impedir que Regulus viera cualquier cosa con James si se aparecía, pero todo fue en vano cuando al salir lo primero que James y la chica encontraron fue el rostro de Regulus con sus amigos. 

Por lo poco que pudo ver, Regulus ignoró a James desde ese día, y su amigo ya tenía bolsas bajo los ojos por no conciliar el sueño debido a la preocupación. 

No se sorprendió cuando el de lentes llegó a su lado con el rostro abatido, se sentó junto a él y apoyó la cabeza en sus rodillas, abrazándo sus piernas contra el pecho y dándose así mismo una apariencia todavía más lastimera de la que ya traía. Remus se quitó uno de sus auriculares y contempló a su amigo en silencio. 

— Me odia de nuevo... — Dijo en un murmullo audible solo para Remus, la voz rota le hizo fruncir los labios en una mueca que ya esperaba tener — Piensa que estoy jugando y no quiere verme. Me fue mucho peor cuando dije sin querer que no podía enojarse conmigo de esa forma porque nosotros no somos nada...

— ¿Por qué dijiste eso? 

— Lo dije sin pensar, me arrepentí al instante pero ya ni si quiera me escucha. ¿Qué hago, Moony? — La voz de James se entrecortó, y Remus estuvo casi seguro de estar presente en el momento en el que el corazón de alguien podría estar a punto de romperse en pedazos. Remus no respondió, se limitó a contemplarlo en silencio y James suspiró hundiéndose mucho más — Estúpidas citas, estúpido Regulus por no aceptarme, estúpido Sirius...

— James, no podías obligar a Regulus a aceptar algo que de lo que no esta seguro. 

— Lo sé... Lo peor es que estoy seguro que sabe que siempre ha sido él, pero no me cree, y no sé qué hacer para que confíe en mí de nuevo. 

Remus no dijo nada más, realmente no sabía qué consejo podría darle a James. Tomó su auricular y se lo dio a Cornamenta, este tampoco dijo nada más cuando aceptó el pequeño objeto y lo colocó en su oreja. Ambos se acurrucaron en el árbol frente al lago, y Remus puso su lista de reproducción relajante; Simples melodías melancólicas que pretendían ser alegres. A veces le ayudaban a pensar en cosas, y activaban su concentración mientras neutralizaban sus emociones. 

James dejó caer la cabeza en el hombro de Remus, este se estremeció levemente pero no se lo impidió. Dejó que su amigo dejara salir su tristeza, que supiera que tenía un apoyo ante toda la tempestad con la que seguramente estaba luchando en su interior. En algún momento mientras escuchaban música, Peter y Sirius llegaron corriendo agitados, pero ambos guardaron silencio al contemplar a sus amigos, fue de esa forma que Sirius se sentó junto a James y lo rodeó con un brazo y que Peter dejó caer su cabeza contra las piernas de Cornamenta cuando las estiró.

— Más te vale que esa fiesta valga la pena, Sirius... — Soltó James de repente, su mejor amigo lo miró con preocupación — Porque me acaba de costar a la persona que me gusta.  

— Oh... — Sirius pareció culpable cuando las palabras cobraron sentido en su cabeza — ¿Por qué no me dijiste nada? ¡James, jamás te hubiera obligado a salir con esa chica de saber que estabas en algo! 

Bajo la Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora