Cap. 52: El Caballero Que Raptó al Príncipe.

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Las personas que se encontraban en las calles fruncían el ceño y abrían las bocas indignados, pero no había mucho que ellos pudieran hacer si el auto solo se encontraba dando vueltas alrededor de la cuadra.

Con los gritos saliendo del vehículo, la mayoría de los vecinos salieron a la puerta de sus casas solo para ver el auto cruzar a toda velocidad en repetidas ocasiones. El sol ocultándose daba más ventajas para colocar sillas de jardín en los pórticos y contemplar el escandalo con mayor comodidad. Claro que si cualquiera de ellos entendiera los gritos del interior, todos concordarían en dos cosas: La primera es que era un grupo de adolescentes, la segunda es que ninguno de ellos estaba de acuerdo en lo mismo.

— ¡James, vas muy rápido! — Gritó por sexta vez Remus, aferrado a su cinturón de seguridad.

— ¡Todavía no rompes el record! — Alentó Sirius emocionado, sosteniéndose de los dos asientos delanteros con fuerza y con una sonrisa de oreja a oreja, en una de sus manos tenía el celular e intentaba que no saliera volando.

— ¡Vamos a morir! — Repitió Peter con sus ojos cubiertos por sus manos.

— ¡Te asesinaré si nos pasa algo, James! — Amenazó Regulus en el asiento del copiloto, sus manos estaban firmemente agarradas al frente, aunque no parecía enfermo como Peter, tampoco seguía cómodo con la velocidad como al inicio.

James y Sirius convencieron muy fácilmente a Regulus al decirle que se trataba de un experimento para el futuro, pero el menor de los Black comenzó a cambiar de opinión cuando James aceleró más en la quinta vuelta. Remus y Peter no estuvieron de acuerdo desde un inicio, pero no podían echarse para atrás con esto por el estúpido juramento, que Remus debía replantearse, de los merodeadores.

James no dejaba de gritar con euforia, en algunas ocasiones se ponía serio para las curvas y en otras reía como desquiciado cuando la velocidad incrementaba. Estrenar la máxima potencia de su auto nuevo era sin duda de las mejores cosas que podría hacer una tarde de verano.

El sonido agudo del cronómetro sonó en la oreja de Cornamenta, solo tuvo que escuchar el grito de victoria de Sirius para disminuir la velocidad. Tres de ellos respiraban con dificultad mientras los restantes festejaban por romper su record en menos de dos horas.

— ¡Me toca! — Exclamó Sirius con los brazos al aire.

— Toca el volante del auto y te juro que te lanzo por la ventana — Advirtió Regulus con la voz entrecortada. James soltó una carcajada por el mohín de Sirius y pasó un brazo por los hombros de Regulus.

— Ahora sí puedes decidir el destino, príncipe — Ronroneó con una sonrisa.

— Vayamos a un cementerio, nadie encontrara tu cuerpo ahí — Gruñó Regulus. James soltó una carcajada nerviosa y volvió a encender el auto solo para manejar con tranquilidad.

— Mejor al centro comercial — Sugirió Sirius cuando dejó de burlarse de su hermano menor y su cabello revuelto.

— Creo que voy a vomitar... — dijo Peter luciendo enfermo y mareado, James detuvo el auto de golpe y se giró en su asiento para evaluar a su amigo.

— ¡No en el auto! — Se quejó Sirius, intentando subirse sobre Remus solo para estar a una distancia segura del peligro.

— Creo que yo igual... — Gimió Remus mientras se sostenía el estómago. Sirius intentó saltar a los asientos delanteros desesperado por huir.

Luego de unos minutos para relajar a Moony y Colagusano, consiguieron terminar el trayecto al centro comercial con seguridad. James tuvo que encender el aire acondicionado para sus amigos, Regulus no dejó de regañar a Sirius mientras buscaba en su mochila su botella de agua para los otros dos.

Bajo la Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora