8.

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—Mi-suk.

La voz de su madre le hizo temblar. Bien sabía que esa tonada no era necesariamente ligada a una muestra de cariño, al contrario, era la advertencia de una plática tormentosa.

Suspiró derrotada, caminando detrás de su madre hasta la oficina al fondo del pasillo. Sus pasos eran lentos y calmados sin embargo, los tacones de la mayor sonaban ruidosos tras el constante impacto con el azulejo, volviéndose irritante para los oídos de la menor.

—Entra.

Mi-suk atendió el pedido, se dirigió rápidamente a la silla y evitó mostrarse nerviosa cuando escuchó que el cerrojo había sido colocado. Miró ansiosa el reloj postrado en la pared, esperando que la hora de marcharse se llegara pronto, mas para su mala suerte aún era temprano y aquello les dejaba suficiente tiempo para hablar.

—¿Está todo bien en la escuela? —indagó de pronto.

Los oceánicos ojos de la adulta estaban estáticos en los de su hija. Sabía perfectamente que aquella pregunta no había sido la correcta en ese momento, sin embargo, ya era demasiado tarde para retroceder y tratar de hablarle con tacto.

—Todo en orden, madre, ¿Sucede algo?

Las miradas de ambas colisionaron en un eléctrico choque de tensión. El silencio profundo de la habitación dejaba cabida libre para que ambos corazones alborotados rugieran sin preocupaciones. Pero luego, la señora Kang se reafirmó en su asiento, notándose más seria.

—Me llamó la tutora estudiantil del instituto, los resultados de tu test psicológico no fueron positivos, ¿quieres decirme lo qué pasa? ¿Te fastidian?

Mi-suk tragó duro. Sus piernas comenzaron a temblar, chocando entre ellas sin embargo, decidió no mostrarse nerviosa por ello.

—Si te consuela saberlo, lo he respondido sin prestar la atención debida, madre —respondió, tomando uno de los lápices sueltos en el escritorio—. Y no te preocupes, no me molestan y hasta el momento no me ha apetecido subir al techo para lanzarme, puedes estar tranquila.

—Mi-suk, hija —habló. Su semblante perdió fuerza, hasta mostrarse vulnerable—. No quiero volver a sentir este vacío en mi corazón, por favor, sabes que puedes hablar conmigo, cielo.

—Claro, madre.

Estaba incómoda, realmente quería salir corriendo de esa habitación, sin embargo, el hacerlo sólo significaría un buen castigo. Como un milagro, la puerta fue tocada del otro lado. Fueron golpes delicados que no lograron perturbar la situación de adentro, pero que sí pudieron romper con las intenciones habidas.

—¿Qué pasa? —cuestionó la mujer en un grito bajo.

—El joven Hyunjin ha llegado.

Aquellas palabras llegaron como hermosa melodía a los oídos de la pelinegra. Acomodó las correas de su bolso en sus hombros y sonrió en grande.

—Gracias Woonyoung —volvió la vista a la menor cuando los pasos hubieron cesado—. Ese bonito chiquillo te ha salvado esta vez, pero insisto que esta plática no tiene intenciones de terminarse, señorita.

Mi-suk asintió, levantándose a tropezones de la silla. Reverenció hacia su madre y salió de aquella habitación tan rápido como se incorporó. Sintió cómo sus pulmones nuevamente se llenaban de un limpio oxígeno durante su corta carrera y sus pasos rápidos finalmente la llevaron hasta la sala de estar, donde un sonriente muchacho de cabellos largos le esperaba.

—¡Jinnie! —bramó, acercándose al aludido con los brazos abiertos.

Este recibió el abrazo confundido y antes de poder pronunciar una palabra, se vio a sí mismo siendo arrastrado por la puerta principal de la casa para luego llegar hasta el auto. Los dos se adentraron con buena velocidad sin embargo, el silencio que se desprendió luego no fue tranquilo.

SAVE ME || LEE KNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora