20.

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Mi-suk repasó cada rincón de la casa como si fuera la primera vez que la visitaba. Minho propuso preparar un poco de chocolate caliente antes de comenzar y la pelinegra estuvo más que feliz cuando se pusieron a prepararlo.

Finalmente, se adentraron a la habitación del azabache. Acomodaron sus pertenencias y organizaron su zona de trabajo.

—¿Por qué tienes las cortinas cerradas? —cuestionó la pelinegra, mirando a través de las mismas.

—Son cortinas gruesas, evitan el paso del frío —explicó.

—¿Y la calefacción?

—Mi madre sólo la instaló en la sala de estar, de ese modo los tres nos vemos obligados a compartir el rato ahí.

—¡Oh, vaya! Tu madre es una mujer inteligente, entonces.

—Gracias, supongo.

Acercó en su lugar una mesa baja y dejó sobre la misma las hojas con los apuntes que repasarían. Minho había descubierto en esos días que Mi-suk se sentía más cómoda y segura estando en el suelo, de tal modo que le era incluso más fácil a ella el prestarle atención.

Mi-suk procedió a quitarse la sudadera que vestía, dejando ver en cambio la bonita blusa de tonalidades amarillas que combinaban tan bien con el pálido tono de su piel. Ambos se tiraron al suelo y seguidamente le dieron inicio a la ocupada tarde.

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Habían pasado un poco más de tres horas. La tutoría fue tranquila en comparación con las primeras veces y fue mucho más llevadero al ser un repaso de los temas que ya habían estado viendo. Minho se sentía no solamente orgulloso de lograrlo, sino que también sentía orgullo de ver a su chica dando todo de ella. Ganándose en el proceso, un montón de halagos por parte de los profesores debido a su desempeño académico.

Minho seguía revisando las pruebas, mientras la pelinegra terminaba de beber lo último del chocolate. Se ofreció a llevar los trastes a la cocina y dejó al azabache solo en su habitación. Este no tardó más de cinco minutos en darle el visto bueno al último problema de la hoja y finalmente bajó la pluma. Decidió quitarse la sudadera cuando se comenzó a sentirse acalorado. Mientras Mi-suk no estaba, Minho se dispuso a dar un ligero acomodo a su habitación, más concretamente a su escritorio alto, y luego escuchó los pasos aproximándose hasta donde él.

—¿Listo?

Minho asintió, señalando las hojas en la mesa para que las tome y las vea.

—Felicidades —agregó, al ver los ojos pelados de la pelinegra.

Una sonrisa brillante se formó en el rostro de la azabache y comenzó a saltar en su mismo sitio, chillando de emoción.

—¡Lo hice!

—Debes dejar de subestimarte.

—¡Oh, gracias!

Mi-suk dejó las hojas en la mesita y se acercó al chico, abrazándolo en el acto. Por primera vez en el día, el corazón de Minho palpitó tranquilo, armonioso. El peso de lo ocurrido en la mañana estaba desapareciendo casi por completo y fue realmente pacífico el momento en que sintió cómo la mejilla de la más bajita rozaba contra su pecho.

Luego el abrazo perdió fuerza haciéndole saber que era hora de que ambos se separaran. Mi-suk se alejó más calmada y entonces sintió que su alma abandonó a su cuerpo cuando visualizó las pequeñas manchas de sangre en la camisa de su compañero.

—¡Carajo! ¡¿Eso es sangre?!

Minho bajó la mirada ante las palabras alarmantes de la pelinegra. Vio su ropa sucia y se golpeó mentalmente por ser tan idiota y descuidado. Su secreto de años se había ido a la mierda en pocos momentos porque bajó la guardia. No obstante, se descolocó en el momento que vio a los ojos ajenos pasear con detenimiento por el resto de su magullado cuerpo.

SAVE ME || LEE KNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora