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La mirada oscura y amenazante del mayor, le causó escalofríos. Sentía que sus piernas perderían fuerzas y en cualquier momento terminaría en suelo. Tragó el potente nudo en su garganta y peleó consigo mismo para mantener la compostura.

—Lee Minho, compañero y amigo de su hija, señor.

Habría dedicado una reverencia exagerada de no ser por la pelinegra a su lado que detuvo su acción a los pocos ángulos de inclinarse. Se incorporó nuevamente y otro escalofrío le atacó ante la mirada inexpresiva que estaba recibiendo.

—Me pareces un vagabundo —expresó, entrecerrando los ojos—. ¿Realmente estudias?

Minho quiso ofenderse por el comentario, no obstante, la mirada fría del hombre le hizo quedarse en su mismo lugar, tragándose todas aquellas palabras que amenazaban con querer salir.

—¡Padre! —exclamó la chica—. Min no es ningún vagabundo —reprimió—.  Además, no puedes decirle de ese modo al chico que me dio refugio.

Las mejillas del menor hirvieron. Sus músculos se tensaron al recordarlo, pero se tranquilizó un poco al ver cómo el rostro del hombre se relajaba, pero claro, la mirada no dejó de estar encima suyo. La tensión entonces fue interrumpida cuando la mano delgada y elegante de la señora se posó sobre el hombro de su esposo.

—Es mejor que vayamos al comedor, la cena ya estará lista.

Atendieron a las palabras de la mujer y emprendieron el camino. Unos metros después, frente a ellos se dejó ver un comedor enorme de mármol azul, los cubiertos estaban preparados y un par de botanas saludables se encontraban encima. Mi-suk y Minho se sentaron uno al lado del otro, la pelinegra se aprovechó de ello y tomó la mano de su amigo por debajo de la mesa. La corriente del toque no se hizo esperar sin embargo, una calma y seguridad fusionadas mantuvo a Minho en la realidad, lo suficiente como para lograr mantener la mirada alta.

El sonido de la puerta principal cerrándose se hizo presente unos segundos más tarde. Los asistentes ahí giraron la mirada, anticipando la llegada de los últimos miembros faltantes. Por supuesto, los nervios del azabache crecieron más. A pesar de ya haber conocido a la hermana, seguía sintiéndose extraño en ese mundo tan diferente al suyo, mucho más en ese momento porque se sentía integrado como uno más de la familia.

—Lamentamos la tardanza, el tráfico nos retrasó.

Un par de siluetas se posicionaron frente a la mesa. La mirada de Minho se quedó estática en el hombre alto al lado de la chica. Ambos rostros mostrándose sorprendidos, pero el del recién llegado siendo más digno de una fotografía. La tez de Hyunjin se volvió ligeramente más pálida mientras que el otro no mostraba señas de un nuevo gesto.

La pareja se acercó al comedor cuando la mayor se levantó de su silla. Ésta abrazó a su hija y seguido, abrazó al Hwang con un beso en la mejilla, desprendiendo su alegría. Minho se giró discretamente a la pelinegra a su lado, recibiendo una sonrisa de por medio. Con un mínimo hilo de tensión en el ambiente. Todos terminaron por tomar su asiento correspondiente. Minho y Hyunjin siguieron lanzándose miradas discretas, sin volverse tan obvia la incomodidad que comenzaba a recorrer por las venas del más alto.

—Hyunjin, hijo —habló el mayor—. ¿Cómo han ido las cosas en la campaña?

—Todo en orden, padre —respondió, lanzando una mirada de reojo, sólo para asegurarse que el otro no se burlara de él—. Ya he terminado algunos bocetos —concluyó.

Minho se dio cuenta de su tic nervioso cuando comenzó un golpeteo repetitivo con el dedo en la mesa, a pesar de que su voz hubiera salido bastante limpia. Se vio obligado a aguantarse las ganas de burlarse por el comportamiento conservador de su amigo si no quería arruinar la noche. Vio la sonrisa llena de satisfacción que el mayor le dedicó y deseó saber si conocía el tremendo perfil dramático y egocéntrico que ocultaba detrás de esa tranquilidad.

SAVE ME || LEE KNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora