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Con esta ya era la tercera vez que abría los ojos en la eternidad de la noche. Tomó su teléfono con molestia, quedándose momentáneamente sin visión debido a la intensidad de la luz.

2:40 a.m.

Gruñó fastidiado. Arrojó el teléfono a sus pies y cubrió sus ojos con el antebrazo, en busca de cerrar sus ojos curiosos a la fuerza. No obstante, parecía que seguiría siendo cruelmente rechazado por el mentado Morfeo.

Entonces supo que lo peor estaba llegando.

La ola de inseguridad comenzó a ahogarlo, carcomiendo de a poco su cabeza. Se acostó de un lado y se movió al otro, mas no obtuvo resultado alguno. Recorrió el techo unas cincuenta veces con la mirada sin aburrirse en ningún momento y de esa manera supo de la adorable llegada de su insomnio. Su respiración estaba siendo torpe y acelerada. Sus dedos tintineaban desesperados y un insoportable calor le empezaba a sofocar el pecho.

Le seguían calando en el estómago las palabras que Seungmin le dio cuando se juntaron en su casa. No sintió reconfortante recibir la misma advertencia tanto por parte de su amigo, como de Kwang. Ambos advirtiéndole que no se atreviera a tocar a Mi-suk.

Los síntomas de su crisis solamente empeoraban conforme su mente le traía de vuelta los recuerdos más desagradables que se escondían en lo más recóndito de su cabeza. Sus ojos dolían debido al esfuerzo suyo por querer mirar en la oscuridad. Se sentía mareado y juraba que todo a su rededor estaba dando vueltas.

El desesperante e intenso silencio fue interrumpido por un golpe en seco dentro de la habitación. Su estadía en el suelo fue prolongada, debido al dolor creciente en la zona sacra. Fue tan sólo después de unos cuantos minutos que logró ponerse de pie y salió de la habitación dispuesto a conseguir analgésicos para disminuir la molestia.

En su corto camino, su cabeza no dejó de dar vueltas y el ruido mudo en su entorno comenzó a ser más agobiante. Tanto que terminó cayéndose de las escaleras cuando intentó arrepentirse de su ida. No tuvo ni chance de huir cuando el ruido de las pisadas se hicieron presentes en el lugar.

—¡Oh por dios! ¿Estás bien, conejo?

—Uh... Eh... Sí, estoy bien.

Intentó levantarse nuevamente, pero otra punzada aguda se presentó en la misma zona, haciéndolo tumbarse de nuevo. La pareja de casados se acercó al más joven y fue el esposo quién se dispuso a tomarlo de brazos, llevándolo de nuevo a su habitación.

—Iba por un analgésico —reprochó.

—Ahora te traigo uno, trata de no moverte, Jin, revisa que no tenga heridas en la zona donde se golpeó, por favor.

El cuerpo de Minho se tensó con las palabras de la pelinegra, por supuesto no podía permitir que tal desgracia ocurriera. Vio como su prima salió de la habitación con prisa y puso la mirada en el policía. Este se dirigió al cuarto de baño, contiguo a la habitación y volvió con un par de algodones y alcohol.

—Vamos muchachito, la jefa ya ha dado órdenes —anunció, acercándose al buró, dejando las cosas.

—Estoy bien Jin, no hay de qué preocuparse, ¿si?

—Aún así, el golpe fue duro, debes tener raspones que necesitan atención.

Jin estaba a unos pocos centímetros de distancia. Minho sostuvo la muñeca contraria, ganándose una mirada llena de confusión y un poco de miedo.

—Minho, no tienes qué ponerte así, sólo quiero revisarte.

—Ya he dicho que estoy bien, no necesito cuidados —aseguró, soltando de a poco la mano contraria.

SAVE ME || LEE KNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora