32.

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Lili, Lisa, Lalisa.

Ella era preciosa en absolutamente todos los sentidos. En realidad, ni siquiera existía la palabra correcta para poder darle una digna descripción.

La maravillosa hija de un maravilloso matrimonio que dejaba expectativas de un gran futuro. Lisa lo tenía todo, gozaba de buena salud, de riqueza, de amor ajeno. Nadie fue capaz de pensar que aquel único estuche de monerías, terminaría perdiendo su brillo y que de un momento a otro, simplemente dejaría de existir.

Fue increíble pensar que detrás de esa brillante y hermosa sonrisa, se escondía un sombrío y deprimente pensamiento. Ni siquiera sus mejores amigas se dieron cuenta de ello. Lisa nunca encendió las luces rojas y ella era tan fascinante que todo color gris lo pintaba de rosa con tan sólo mostrar los dientes en una sonrisa mientras aseguraba que era el cansancio del ejercicio la razón de su estado decaído.

En ese entonces, aquellas mentiras tenían mucho sentido, puesto que Lisa estaba envuelta en un prestigioso concurso de baile nacional, que luego de convertiría en uno mundial. Todos los que la veían podían asegurar su victoria. Lisa era capaz de hipnotizar a todo testigo de su baile con tan sólo mirarla. Sus sueños y el potencial desprendidos, no tenían límites, eso era seguro.

—¿Estabas enamorado de ella? —preguntó la joven, interrumpiendo las palabras de su novio—. Lo siento, pero no dejas de echarle flores hasta a la manera en la que respiraba.

Ante el silencio, Mi-suk bajó su postura, de tal manera que podía estar más cercana a la placa metálica en la tumba. Sonrió ligeramente y colocó sobre la piedra de mármol, el bonito ramo de margaritas que el pelimorado compró instantes atrás.

—Honestamente... —hizo un pause, mirando la placa con el nombre grabado—... Lisa fue mi primer amor platónico, me fue inevitable no enamorarme de ella cuando gracias a Jisoo la veía todo el tiempo.

—Lee era todo un coqueto con ella, ni siquiera le importaba la presencia del novio de Lisa —agregó Rosé, mientras limpia las orillas de la lapida.

Mi-suk giró la mirada en el chico a su lado, viendo con ternura sus mejillas coloradas. Regresó luego la atención a la piedra frente a ella, dónde posaba una fotografía de Lisa.

—Pues sí era muy hermosa —aceptó.

Se quedó unos segundos en silencio, trayendo la duda en su cabeza que no dejaba de hacerle ruido.

— ¿Cómo fue? —inquirió cuidadosa, ganándose la mirada de los dos que se encontraban ahí.

Minho y Rosé se miraron entre ellos mostrándose tranquilos, pero con ligeros aires de tristeza en sus ojos.

—De un día para el otro, Lisa se lanzó de la torre directiva —respondió la rubia, mostrando una sonrisa floja—. El suicidio de Lisa fue tan inesperado que por ello comenzaron a realizar las pruebas psicológicas en la universidad —concluyó.

Otro silencio se apoderó del momento. Lo único sonoro, eran las hojas largas de los árboles cercanos que danzaban al son del viento calmado.

—Es muy triste —murmuró—. Lamento hacerlos recordarlo.

—No te disculpes, Mi-suk, al final de cuentas, no podemos hacer como si no hubiera pasado.

La joven asintió, aún con la mirada en la fotografía. Sintió un escalofrío cuando vio la sonrisa de aquella chica. Era una mueca tan brillante y bonita que rozaba lo genuino.

«Si yo también muero, ¿La gente me recordará de esta manera?». Pensó.

Un rato más tarde, Jisoo hizo su aparición. Hablaron unos momentos, contándose anécdotas antiguas que dejaban mayormente a Minho como un pequeño rebelde.

SAVE ME || LEE KNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora