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Apenas abrió la puerta de su habitación cuando sus ojos se pelaron. Ahí estaban sus siete amigos sentados, distribuidos plácidamente en el suelo y en la cama, charlando entre ellos mientras comían las galletas de Felix.

—¡Oh! ¡Ya llegó nuestro querido Min! —expresó el cachetón, acercándose animadamente.

Minho parpadeó incrédulo, sintiendo cómo su mochila era retirada de su brazo. Observó atento a todos buscando una manera sutil de correrlos de su casa, pero le fue imposible. Sus amigos, aunque chismosos, eran como los hermanos que no iba a poder tener. Confiaba en ellos por sobre todas las cosas y hacerles el feo en un momento como ese, era completamente innecesario.

—¿Ya cenaron? Digo, comida casera — aclaró, cuando vio a Jeongin dar una mordida a la galleta.

Los chicos quedaron en un silencio repentino. Sus rostros mostraron una completa confusión ante la conducta tranquila del segundo mayor. Si bien, Minho era conocido por ser el gruñón de su círculo, este extraño nuevo comportamiento les provocó escalofríos.

—Sí, llegamos al restaurante y mamá nos dijo que estabas en la comisaría, así que nos quedamos a cenar antes de venir —explicó el mayor, tentando el humor del azabache.

—No quieras robarme a mi mamá, idiota —reclamó entrecerrando los ojos.

Para Minho, su madre era la mujer que protegería de todo mundo, sin importar qué. El vínculo afectivo entre ambos era enorme y una de las cosas que más le molestaba al azabache, era cuando querían arrebatar la atención de su progenitora.

—Ella nos ha dicho que somos como sus hijos y nos dejó decirle mamá.

—Sí, pero ella no está ahora.

Todos sonrieron satisfechos luego de las palabras, al fin pudieron confirmar que ahí estaba el Minho que todos conocían y adoraban.

—¿Ya has cenado tú? —cuestionó Seungmin está vez.

—Sí, Jin me llevó por unas rosquillas.

Luego de responder, Minho comenzó a pasearse por su propia habitación, cambiándose las ropas empapadas por algo más cómodo, sin sentir la intranquilidad de ser observado por los ahí presentes, pero teniendo sumo cuidado de no revelar su anatomía marcada.

—Bueno, Señor Hwang... Reportero número uno de los noticieros matutinos, ¿puede usted ponernos en contexto del origen de su inoportuno mensaje la noche de ayer?... Por favor —preguntó Minho con un tono tan limpio que pareció real.

Ante el repentino toque del tema, los chicos se acomodaron tal cual niños de preescolar, esperando para escuchar el cuento infantil del día. El cuestionado tragó saliva, observando al azabache tomar asiento en el puf frente a él.

El relato de Hyunjin fue escuchado con completa atención. Los gestos, la imitación vaga de las voces y el nerviosismo de algunas partes, fueron puntos clave para que obtuviera toda la atención requerida, sin interrupciones de por medio. Recreó lo había escrito por mensajes y una vez sus palabras se acabaron, las miradas se pasaron al azabache.

Minho sintió ponerse nervioso. Las pruebas habían resultado negativas y su madre prometió que hablaría y protegería a Mi-suk. Se suponía que no debía asustarse, pero hasta ese momento, no había hablado con ella desde que separaron caminos después de la cafetería, por lo que resultaba extraño.

—¿Qué hicieron para que ese hombre se pusiera así? —retomó el más alto desde su lugar.

Minho levantó la mirada conectándola con su amigo y manteniendo ese silencio intranquilo en la atmósfera, tratando de responderse a sí mismo primero.

SAVE ME || LEE KNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora