IX

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A la mañana siguiente, Mike comenzó a caminar por todas las calles de su ciudad. Normalmente él se movía en transporte y no prestaba atención a su alrededor, en ese momento se lamentaba de no hacerlo. Al ser de noche y correr sin rumbo, ahora se sentía perdido, sintiendo que daba vueltas en círculos.

Siguió caminando más o menos por donde se acordaba, pero no estaba llegando a ningún lado. Traía su pijama puesta, cosa que era extraña para la gente que estaba cerca, pues todos iban uniformados o simplemente vestidos de manera informal.

Dejando eso de lado, el rubio estaba dándose por vencido hasta que un señor se le acercó, lo veía caminando nervioso y a veces pasaba por el mismo lugar, quejándose.

—¿Hola? ¿Estás perdido, niño? —formuló solicitando la atención de Mike.

Mike lo volteó a ver y se asustó un poco.

—Ehh no, c-claro que no —tartamudeó por el miedo.

—¿Entonces?

—Oiga, no sé quien es usted y no debería importarle lo que hago. Tampoco soy un niño —alegó comenzando a caminar, tratando de ignorar al tipo.

—Bien, solo quería ayudarte.

—¿Ayudarme? —contestó a esa frase mientras volteaba lentamente a verlo—. ¿¡Cómo se supone que me ayudarías!? ¡No sabes donde vivo!

—Pero tampoco es como que no sepas donde vives, ¿O si? —sacó unas llaves y se acercó a un auto.

—S-salí por la noche, entonces... No sé por que calles me metí.

—Entiendo, ahora de día, ¿Crees poder reconocer?

—Pues, ya veo más claro el nombre de las calles, p-podría ser —contestó y se acercó al auto—. ¿M-me llevará usted?

—Si quieres y confías, adelante —señaló la puerta abierta del auto y sonrió.

Mike dudó otro poquito y entró al auto, seguido de ese señor tan amable que apenas conocía. El auto comenzó a avanzar, indicándole al de ojos grises que debía poner atención, tanto a las calles, como a algunos locales cercanos.

Par de minutos después, el auto se estacionó frente a casa del rubio y la Sra. Montes estaba parada en la puerta, solamente viendo a su hijo bajar del vehículo.

Mike no pudo despedirse ni agradecer al señor, pues este, ya se había ido.

—¡Mike! —regañó la Sra. Montes a su hijo—. ¿¡Dónde diablos te habías metido!?

—M-mamá —titubeó y comenzó a sollozar mientras se abrazaba.

—¡Nada de "mamá"! Te vuelvo a preguntar, ¿¡Dónde estabas!?

—¡MAMÁ!

El rubio corrió donde su progenitora y la abrazó, comenzando a llorar de manera bastante escandalosa, gritando y repitiendo la misma frase.

—¡Mamá! ¡Tengo miedo! ¡T-tengo mucho miedo! ¡Por favor! ¡Haz que pare!

La mamá no tuvo de otra, más que dejar de regañarlo y con él en sus brazos, entró a la casa cerrando la puerta, caminó a la sala y ambos se sentaron juntos en un sillón de ahí. La Sra. Montes empezó a acariciarle el cabello a su hijo, al igual que emitía ligeros sonidos para que se calmara.

—Ya, ya, ¿Qué fue lo que pasó, mi vida? —dijo la rubia sin dejar de mimar a su pequeño.

—E-es que ayer... E-esa mujer m-me quiso... M-me quiso.

—¿Te quiso qué?

—¡Me quiso violar! —gritó Mike todavía llorando más fuerte.

—¿Cómo que te quiso violar? ¿E-estás seguro de lo que me dices? —se separó y estremeció ante esas palabras tan atroces.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora