XXXVIII

1K 80 468
                                    

—Ya entra y deja de estar ahí como estatua —regañó el Sr. Bernal a su hijo.

Mike obedeció a su progenitor y entró a su hogar con la cabeza agachada. Ya solo escuchó a su psicólogo decir como último:

—Yo paso a retirarme, señor. Lamento haber alargado la sesión bastante y no avisar —se disculpó y dió media vuelta.

Antes de que Ari se retirara, el mayor le solicitó quedarse y parecía tener una buena excusa.

—Eh, le pido quedarse, ya que nos debe una sesión. Desde que Miguel inició con las suyas, usted nos dijo que también nos daría una a nosotros, entonces...

El especialista se quedó inmóvil, pero al fin y al cabo cumpliría su palabra, así que giró otra vez su cuerpo para ver al Sr. Bernal.

—De acuerdo.

—Miguel, a tu habitación —ordenó el padre y luego dejó pasar al otro.

[...]

—Aquí tiene, señor Ari —dijo la madre ofreciéndole un vaso de agua.

—Muchas gracias —tomó la bebida en sus manos.

—Entonces —irrumpió Esteban—, ¿Qué puede decirnos de nuestro hijo, doctor?

Al menos a Ari no le gustaba que le dijeran "doctor".

—Pues, creo que están informados que él se auto-lesionaba.

—Sí. F-fue doloroso cuando subió sus mangas y vimos las cicatrices, junto con unas heridas recientes —hablaba la madre—. Hasta la fecha sigue doliendo.

—Bueno, ya no tienen que preocuparse por eso; Miguel las ha dejado —calmó el especialista.

—Obvio —contestó Mike para sí mismo espiando desde las escaleras de su casa—. No crean que los voy a dejar solos hablando mal de mí, o al menos mi papá.

—¿¡De verdad!? —expresó otra vez la mayor.

—Sí —sonrió Ari—, s-solo necesitaba algo de distracción.

—Ajá. Dejando sus lesiones de lado, ¿Cómo va su problema con el gusto a los hombres? —sacó el padre de la conversación.

—Oh... Respecto a eso.

—Sigo igual que antes, si no es que peor —continuó el rubio burlándose.

—¿Qué? —protestó otra vez el mayor.

El de ojos heterocromáticos se sintió amenazado, pero al fin terminó por hablar.

—Miguel aún no se deshace de ese gusto, porque no existe una cura o un tratamiento para su homosexualidad, si es que es el término correcto —informó el psicólogo—. Lo ayudé en lo más que pude respecto a sus otros problemas, pero ese no fue uno.

—¿Cómo? ¿No ha borrado esa tontería de su cabeza?

—Con todo respeto, señor, no es una tontería, son gustos y es algo que se tiene que respetar.

—No, yo no voy a tolerar que mi hijo esté volteado.

—¡No le digas así, Esteban! —reclamó la mujer a su cónyuge.

—Yo le digo como se me antoje —igual regañó el otro.

—Señores, por favor, basta —interfirió el menor del trío—. Este no es un ambiente saludable para su hijo.

—Él ya está grande, ya no debería preocuparse por estos asuntos.

—No minimice sus problemas. Tampoco es de las cosas más sanas que puede hacer.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora