Mi Psicólogo (Mikerap)

LXVIII

El tratamiento de Ari no terminaría tan rápido debido al tiempo que pasó en coma, por lo tanto, le correspondía quedarse en el hospital dos meses extra para que los médicos llevaran un registro de sus chequeos.

Durante estos días, Miguel iba constantemente a verlo pero de lejos, ya que no tenía el valor suficiente para hablarle. Se sentía roto por dentro y que su pareja se confundiera con su presencia, solo lo desmotivaba más.

Continuaba yendo a terapia con Lillian y ella le guiaba con su ahora nuevo trauma o complicación.

La pelirroja estaba al pendiente de su amigo y en una de sus visitas, fue que decidió platicarle a su paciente un secreto de la familia del psicólogo.

Aquella charla no se haría en solitario, pues se necesitaba toda la ayuda posible.

En este punto, faltaba una semana para que al de ojos bicolor se le diera el alta.

—Hola, chicos —saludó la mayor a sus acompañantes.

Los que se encontraban presentes eran Silvio, Flex, Ela y Mike. Lyna se mantenía distante de este asunto, a causa de que apenas conocía a Ari y prefería no involucrarse, aunque sí ayudaba a su novia a no caer en depresión.

—Hola —hablaron los cuatro al unísono, luego tomaron asiento en un lugar disponible.

—¿Qué pasó, Lillian? —inquirió la menor de ahí—. ¿Por qué la cita grupal?

—Es que... Quiero que me apoyen con algo que ni siquiera la policía ha podido resolver —soltó la información sin más.

—Ah, cabrón —se sorprendió el mayor—, ¿Cómo está eso?

—Mike sabe que Elizabeth, la madre de Ari, no me da confianza.

—Ni a mí tampoco —contestó el de ojos grises, cruzando los brazos.

—Pero la señora ya está vieja, con todo respeto —comentó Silvio—. ¿Qué podría hacer ella?

—No es lo que podría, es lo que ya hizo —declaró la especialista.

Los amigos se miraron entre sí y después le dieron espacio a Lillian para que siguiera su historia.

—La muerte del papá de Ari no fue casualidad, porque fue justo al día siguiente de haberle pedido el divorcio a la señora Vera —relató—. Ella tenía el imperio de la familia perfecta, ya que eran unos psicólogos reconocidos, por decirlo de una forma.

   »Todos creían que en casa existía solo amor y comprensión, más sin en cambio, ella construyó su fachada a base de violencia, incluso al señor Coronel le tocó vivirlo.

—¿Estás diciendo que incluso él era maltratado por su esposa? —cuestionó Carlos.

La de ojos negros asintió.

—Rafael, nombre del padre, no aguantó más los insultos y aunque sí llegaron a amarse en el pasado, en el presente nada era igual.

   »Casi cuando Ari regresó del extranjero, el señor Coronel pidió quedarse en casa de su hijo, solo que antes debía separarse de Elizabeth. Como dije, se solicitó el divorcio, pero misteriosamente en la mañana, su esposo falleció en extrañas circunstancias.

—Alto, alto, alto —interrumpió otra vez el peliazul—, ¿Y la autopsia¹?

—Extrañas circunstancias —repitió la mayor.

—¿Dices que nadie supo decir cómo murió? —preguntó el rubio, molesto.

—Exacto —respondió Lillian.