Historia Secundaria (VIII)

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Al cabo de unos minutos, Miguel dejó a Ari en su casa y se despidió, alejándose hasta perderse en la distancia. Luego de eso, el pelicastaño ingresó, encontrándose con su pareja que iba de salida.

—Ya no es necesario. Gracias —cerró la puerta y fue a dejar su mochila en un sillón.

El extranjero se quejó, yendo tras el anterior.

—I'm sorry, honey! I was late; I fell asleep —rogaba perdón.
"¡Lo siento, cariño! Se me hizo tarde; me quedé dormido."

—Sí, como últimamente ha estado pasando, ¿No?

—I said I'm sorry! —repitió llegando a la sala.
"¡Dije que lo siento!"

—¡Eso no es suficiente, Jayden! —gritó molesto, viendo al otro—. Entiendo que la escuela y tu carrera lo son todo para el futuro, ¿Pero qué hay de mí? Parece que te dejé de importar de la noche a la mañana.

—¡Claro que no! Y-yo te quiero mucho, demasiado —se acercó después—. No pienses que no.

El de ojos heterocromáticos desvió la mirada.

—Tus acciones no muestran lo que tus palabras dicen —tomó asiento donde estaban sus pertenencias.

—¿Y qué quieres que haga? —le acompañó—. ¿Eh? Ahora tengo un poco de tiempo libre —avisó, cortando el espacio que existía entre ambos—, quizá podemos divertir un rato~.

—Mmm, no lo creo, Jayden —intentó apartarlo poniendo sus manos en pecho ajeno.

—Why not? We're alone at home —siguió insistiendo.
"¿Por qué no? Estamos solos en casa."

—Porque esta no es la manera de arreglar las cosas. Tú más que nadie, estudiando psicología, debería saberlo —apretó los ojos por miedo.

—Sí, pero también quiero darte recompensa por estar solo.

Ari terminó por ceder a la solicitud del de ojos azules y se dió ese momento íntimo que hace mucho no tenían.

Luego de una hora terminaron y los padres del castaño oscuro entraron al hogar, anunciando que habían comprado comida para los cuatro.

Jayden se adelantó, dejando a su contrario arreglando su cabello.

—¿Por qué siempre aceptó a lo que me pide? —se enojó consigo mismo, a pesar de disfrutarlo anteriormente.

[...]

Sábado. 17:20.
El de ojos bicolor se encontraba trabajando en una tarea que su progenitora le encargó, solo que el timbre del domicilio resonó, obligándolo a levantarse para abrir.

Tras hacerlo, visualizó a cierto ser de ojos grises en la entrada.

—¡Hola! —saludó feliz.

—¿Mike? —inquirió contagiándose del ánimo del otro—. ¿Qué haces aquí?

—Viniendo a ver tus ojos —contestó—. ¿Puedo pasar?

—Ehh... ¿Sí?

El rubio se metió en la casa para que después Ari lo siguiera.

Miguel notó sucias las manos de su compañero, así que preguntó emocionado:

—¿¡Estás ocupado con eso ahora!?

—Mmm, sí. Mi mamá rompió un par de tazas hace dos días, así que me pidió que las hiciera de nuevo; eran sus favoritas.

—¡Te puedo ayudar! —ofreció.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora