XXVIII

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Ambos ya se encontraban de camino a casa de Ari, más hacía falta palabra para romper el silencio; ninguno de los dos hablaba nada.

Casi fuera de la casa, Lillian escuchó una voz masculina, lógicamente de Ari, entonces se pegó a la puerta y trató de oír lo que él cantaba.
Mike la miró raro y preguntó:

—¿Qué haces?

—Shh —calló con emoción—. Escucha —pidió sin despegarse de la puerta y atenta a todo.

—Bien.

A la fuerza, otra vez, el menor también pegó su oído a la puerta y se llevó una grata sorpresa.

—♫︎ Only love
♫︎ Only love can hurt like this
♫︎ Only love can hurt like this
♫︎ Must have been a deadly kiss
♫︎ Only love can hurt like this
♫︎ ¡Only love can hurt like this!
♫︎ ¡Your kisses burn into my skin!
♫︎ ¡Only love can hurt like this!

*La canción puedes encontrarla al final del capítulo*

—Pero, ¿Por qué él canta eso? —inquirió Mike separándose de la puerta.

—Bueno, no hay explicación... O al menos no ha llegado el momento de platicarte —le contestó la mayor.

Mike se le quedó viendo de una manera extraña, mientras ella abría la puerta y entraba a la vivienda. Como no tenía de otra, también entró y cerró la puerta detrás de él, llamando la atención de Ari, quien se asomó a recibirlos.

—Hola —enunció el mayor limpiando sus manos con una toalla—, ¿Ya se le quitó el antojo a Miguel?

—Sí, ya puede continuar con sus tareas —habló otra vez la pelirroja.

—Bueno, eso me alegra. Por cierto, en un rato más estará la comida, ¿Te quedas?

—Ehh, m-me encantaría, Ari, pero tengo que ir a ver a mi niña y a mi marido. Lo siento.

—Je, no te disculpes, agradezco que hayas podido ir por mí al aeropuerto.

—Claro, siempre estoy dispuesta a ayudarte.

El rubio observaba con celos la escena, pero prefirió evitarlo sacando sus cuadernos y unas hojas para realizar sus deberes.

Finalmente, Lillian partió de aquel hogar y el de ojos bicolor procedió a seguir preparando la comida.

[...]

Prácticamente, el reloj ya marcaba las 7:30 de la noche, y aunque el psicólogo no quería ser descortés, era tiempo de que Mike también tomara rumbo a su casa.

—M-Miguel, n-no es grosería ni nada de eso, pero, ¿No crees que es tiempo de que vayas a casa? —sugirió el mayor un tanto nervioso.

—¿Me estás corriendo? —cuestionó en tono de broma.

—¡No! No, no, no, n-no pienses así —replicó otra vez—, s-solo que ya es muy tarde para que estés aquí, ¿M-mañana no tienes clases?

—Sí, pero no sabía que me querías fuera de tu casa tan pronto~

Sus intentos de coqueteo eran inútiles, ya que a Ari "nunca" le habían hablado de esa manera.

—Ehh, ¿No? S-solo que tus padres estarán preocupados si no regresas —contestó; los nervios podían hacerle repetir las frases—, ¿O no? Digo, no hay que preocuparlos.

—"Creo que esto no sirve" —formuló en su mente—. B-bueno —dijo y empezó a recoger sus cosas.

El especialista suspiró y un tono de llamada interrumpió en la sala; era su celular.
Al revisar quien lo llamaba, se sorprendió, pues era su recepcionista.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora