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Era un fin de semana como cualquier otro y como Mike necesitaba terapia adicional, este se encontraba con Lillian en un museo, porque era un lugar muy tranquilo para platicar.

—Entonces, Miguel, ¿Cómo te has sentido en los últimos días? —inquirió la mayor caminando al lado de su paciente.

—Mal, Lillian; realmente muy mal —respondió deprimido, con la mirada en el suelo.

—¿Por qué? Íbamos bien.

—Pues sí, solo que mis amigos me bajaron mucho el ánimo de un momento a otro —se abrazó.

—¿Por qué? —realizó la pregunta nuevamente.

—Porque me compararon con Jayden.

—¿Jayden? Miguel, te va a molestar mi pregunta, ¿Pero por qué lo hicieron? Y mírame —se detuvo para luego cruzar los brazos.

El menor también se detuvo frente a ella y alzó su vista.

—Porque... Dijeron que también me volví obsesivo con Ari y que prácticamente le causé varias consecuencias, incluso con su familia; mi amor era enfermizo —le explicó.

—Por eso estás tomando terapia, Miguel. Aunque sean tus amigos, a veces pueden ser algo crueles con la verdad —trató de calmar la de ojos negros.

—Siento que no es suficiente, Lillian —habló rendido el de ojos grises—. S-siento que tengo que hacer algo más para estar satisfecho conmigo mismo.

—No —lo tomó de los hombros—, ya estás dando todo de ti, Miguel. No permitas que otras personas, incluyendo tus amigos, te rebajen así.

   »Sabes que eres alguien especial, ¿No? Por algo Ari se hizo tu pareja.

—Porque lo presioné mucho con el tema —se alejó—. Literalmente lo forcé a besarme.

—¿En serio?

El menor asintió.
Lillian suspiró y se acercó otra vez al otro.

—Tranquilo, ¿De acuerdo? Yo sé que vas a poder con esta terapia y podrás ser mejor que Jayden —animó ella.

—N-no lo sé... Creo que Jayden era mejor que yo, ¿Cómo superaré eso?

—Porque Jayden tampoco era perfecto, obviamente.

Mike se sintió un poco más aliviado tras las palabras de su psicóloga, entonces la abrazó y soltó algunas lágrimas después.

—G-gracias, Lillian. No sé que haría sin ti.

La pelirroja correspondió esa muestra de afecto, para luego separarse y continuar con el recorrido del museo mientras retomaban su plática.

[...]

Por la tarde, Trollino acompañó a su amigo al hospital para hacerle otra visita a Ari. En esta ocasión, pasarían ambos a la habitación porque en recepción lo habían autorizado.

Aquel par ya estaba dentro y sentados frente a la camilla del paciente en unas sillas; el rubio mantenía su cabeza recostada en el pecho del castaño oscuro.

—Oye, Mike, disculpa la pregunta pero, ¿Por qué fue el accidente?

—No sé si contarte, Trolli —dudó el rubio—. E-es algo que sinceramente prefiero guardarme para mí mismo.

—Oh, está bien, no te preocupes —sonrió.

—Aunque también necesito desahogarme —cerró sus ojos, aguantando llorar.

—Mike... Si no me quieres decir eso, no hay problema. Entiendo por lo que estás pasando, entonces lo menos que quiero es que te incomodes —ayudó el pelinegro al otro.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora