LIX

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Obviamente Mike no tenía la valentía de suicidarse en un momento así; un momento en el que Ari lo necesitaba.

Para despejar su mente, caminaba por las calles de la ciudad, hasta que una voz detrás de él nuevamente lo volvió a llamar, haciéndolo voltear. Era Javier, quien también había faltado a clases.

—¡Mike! —gritó y lo alcanzó después—. Te vengo siguiendo desde la Universidad y ví que hablaste con tus amigos, ¿Qué pasó?

—Nada importante, Trolli —contestó el rubio—. S-solo que... No me siento una buena persona. Siento que debería desaparecer de este mundo, pero a la vez no —soltó unas lágrimas—. No sé que hacer.

—Vamos a tu casa —sugirió y lo abrazó de los hombros para darle apoyo.

Miguel accedió y ambos tomaron el transporte que los llevaría al hogar del afectado.

[...]

El pelinegro tomó las llaves del domicilio de la mochila de Mike y abrió la puerta, ayudándolo a pasar después. Lo guío para después sentarlo en un sillón y traerle un vaso de agua.

—¿Te sientes mejor? —inquirió el de ojos azules.

El de ojos grises tomó un sorbo del líquido, suspiró y se quedó viendo al suelo.

—S-sí... C-creo que sí.

—Oye, ¿Y puedo saber exactamente qué pasó con tus amigos? —volvió a preguntar el otro.

—Es que me compararon con un ex novio que Ari tenía cuando estudiaba su carrera, porque prácticamente también se obsesionó con él —explicó—. Esa persona se suicidó, entonces yo les dije que para ser iguales... Tal vez debería darles mi muerte también.

—Mike, no digas eso —consoló—. Sabes que el suicidio no es una opción y si esa persona lo hizo, fue porque no buscó ayuda.

—De hecho sí la buscó, pero digamos que no atendió como se debía.

—Ahí está. Tú sí estás atendiendo la ayuda que Lillian te da, así que por tu cabeza no debería pasar la idea de matarte.

—No lo sé. Quizá tienes razón, porque siento que Ari me necesita ahora —afirmó y se motivó el rubio.

—¿Ves? —habló Javier más feliz—. No creo que sea bueno que Ari despierte y tú ya te hayas ido.

—Si es que él despierta —agregó.

—Estoy seguro de que sí lo va a hacer; tranquilo —Trollino colocó su mano sobre hombro ajeno.

—Oye, ¿Cómo fue que tú atendiste a las instrucciones de tu psicólogo o psicóloga? —miró el de ojos grises a su compañero—. Prácticamente no le hacías caso a nadie.

—Es que... Mi mamá fue la que me ayudó a llevar mi terapia —contestó con un suspiro al final.

—¿Y tu papá? —cuestionó el otro.

Trollino negó con su cabeza.

—A él le dejamos de importar. Ahora tiene una nueva familia y debe estar con ellos en este instante.

—¿Entonces ayudaste a tu mamá también?

—Nos ayudamos mutuamente. Después de estar "aprisionado" —marcó las comillas con sus dedos — pude ver las cosas de otro modo; no puedes obligar a nadie a estar contigo.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora