LXXI

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Día 2

Cuando la mañana llegó en el hogar de Ari, unos jóvenes adultos fueron abriendo sus ojos gracias a un delicioso aroma que inundaba la sala.

El primero fue Silvio.

—Ah caray —iba reconociendo el olor—, por primera vez no huele al cigarro de Mike.

—Ay, cállate, Silvio —le reclamó el rubio—. Déjame dormir.

—¿Cómo no te intriga el aroma dulce?

—Porque antes lo olía todas las mañanas, pero ahora no me provoca nada.

—Miren la mesa —señaló Ela, levantándose del sillón donde reposaba—. ¡Son panqueques y jugo de naranja! —gritó emocionada.

—¡Panqueques! —festejó la pareja presente.

Todos, menos Miguel, se acercaron al mobiliario para consumir aquel desayuno perfecto.

—¿No planeas probar nada, Mike? —le preguntó su amigo peliazul.

—No tengo hambre —respondió, les dió la espalda y se cubrió con las cobijas hasta la cara—. Provecho a ustedes.

—Por cierto, ¿Dónde estará Ari? —dudó el mexicano.

—Probablemente duchándose —comentó el de ojos grises—; lo hace a estas horas.

—¿Te sabes todo su horario?

—Sí. Lo estudié por bastante tiempo, entonces hasta ahora no lo olvido.

—Lamento que tengas que pasar por esto, Mike —empatizó su amiga pelicastaña.

—Basta de eso —se quejó—. Lo único que provocan es que los soporte menos.

Awww —expresó el castaño mayor de los cuatro—, él nos odia. Qué tierno —continuó su desayuno.

Tras pasar unos minutos y ya que ellos terminaron sus alimentos, su anfitrión bajó las escaleras hacia la sala, encontrando que jugaban con sus celulares.

—Hola, buenos días —les saludó—. ¿Durmieron bien?

Todos, excluyendo al rubio, se pusieron de pie y fueron a abrazarle.

—¡Señor Ari! —hablaron al unísono.

—Ay, jaja —se sorprendió por tan repentino acto—. ¿Les gustó el desayuno?

—¡Sí! ¡Muchas gracias! —le expresaron.

—Me alegra saber.

Los jóvenes se separaron y el mayor observó a la persona cubierta sobre su sofá.

—¿Él también comió? —lo señaló.

—Nop —negó Flex—. Dijo que no tenía hambre y pues se quedó ahí.

—¿Sigue durmiendo?

—Ni idea —agregó el castaño menor.

—No, ya desperté, pero no quiero desayunar —mencionó Mike.

—¿Entonces por qué no hay nada en tu plato? —preguntó su ex pareja.

—¿Cómo?

De inmediato el de ojos grises se descubrió el cuerpo, se sentó y miró que Ari no mentía; sus amigos también consumieron la parte que era para él.

En ese momento, su estómago resonó, provocando el sentimiento que antes no existía.

—Creo que prepararé una segunda ronda —avisó el de ojos heterocromáticos y fue a su cocina.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora