XXXII

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No sería la primera ni la última, esa invitación fue el comienzo de un problema, pues Mike no dejaba de asistir a fiestas sin control. Siempre era Trollino quien le invitaba y si el rubio se negaba, el otro sacaba el tema de Ari; su debilidad.

Mike buscó ayuda para erradicar el vicio con sus amigos, pero ninguno podía ayudarlo, porque lo que le sugerían, no servía de nada.

Cabe destacar que el pelinegro normalmente abandonaba al de ojos grises en las reuniones, lo que causaba que a veces se le escapara o se le perdiera en la ebriedad. Al ser una persona sociable, nunca se quedaba solo, no le importaba si no estaba Trollino, es más, era mejor para él.

A petición de Mike, sus amigos iban a acompañarlo en ocasiones; Silvio, Flex y Ela. Ellos lo cuidaban mejor que cualquier persona que estuviera presente y casi siempre, lo ayudaban a escaparse. Mayormente era cuando se aburrían.

El de cabello azabache no se enojaba por eso, pues no tenía motivo y Ela procuraba ponerlo en su lugar si eso ocurría.

Incluyendo el tema de las sesiones con Ari, en vez de Mike, asistía la pelicastaña a contarle lo que su paciente hacía. El psicólogo intentaba aconsejarle que le empezara a ayudar con acciones para distraerlo, pero se mencionaba que mientras Trollino estuviera manejándolo, no podrían hacer mucho.

El de ojos bicolor entendió la situación y pidió a Ela que si en algo podía apoyar, no le dudara en decir. Ella accedió y Ari también se tomó el descanso de las consultas. Como era un centro de ayuda, la recepcionista no se quedaba sin trabajo, simple.

Fueron dos meses en los que Mike no se negaba a ir a las fiestas de Trollino, hasta que una noche, pudo tener una buena razón para no volver.

El rubio se encontraba platicando con algunos otros estudiantes de la Universidad, describiendo las cosas que hacían en su carrera y agregando uno que otro chiste. Como el de ojos azules ya se había tardado un rato en aparecer, Mike decidió buscarlo. Sinceramente, ya estaba ebrio.

Cabe mencionar que su amiga de ojos verdes se encontraba cerca, más no lo siguió.

Caminando por la casa, encontró una habitación con la puerta medianamente abierta, así que se asomó. Ahí, reconoció a Trollino y a Ana; estaban hablando entre risas y con un tono enfadoso.

—¿Entonces? ¿Te cansaste? —le cuestionó la de cabello castaño a Trollino.

—Nah, mientras lo tenga a raya con el tema de su psicólogo, todo está bien. Eso me divierte —respondió cruzado de brazos.

—¿Cuándo lo vas a hacer?

—Necesito que esté bien embriagado.

—Inconsciente no tiene chiste, Javier —alegó—. Mejor hay que humillarlo bien. Acuérdate que todo saldrá a la luz en la escuela.

—Tsk, tienes razón. Tal vez en un par de días, no debe tardar en caer.

Mike pensaba, ¿Qué le iban a hacer? Porque era obvio que hablaban de él. Solo Trollino, y ahora Ana, sabían del tema de Ari.

En un momento, recordó que una semana atrás, su "pareja" le había pedido esa dichosa "prueba del amor", pero inmediatamente el de ojos grises se negó y salió corriendo de la casa del otro. Hasta eso, al día siguiente, Trollino le pidió disculpas y Mike las aceptó, aunque se le hizo extraño.

Intuyó que el pelinegro quería repetirlo, pero la palabra "humillar", no le sonaba muy bien.

Siguió prestando atención y lo que escuchó, lo congeló rápido.

—¿Y sí cumplirás la promesa? —volvió a preguntar la mujer.

—¿Qué promesa? ¿La de no hacerle daño al psicólogo? —emitió con obviedad y luego se contestó—. Obvio que no. De hecho, ese va a ser otro de sus sufrimientos... Verlo morir.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora