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Capítulo 1505

"Ah, sí. Olvidé que tu padre es miembro de la junta escolar".
Dijo Yeineth con los dientes apretados. Tuvo que defenderse. Era bien sabido que vivían en una sociedad en la que la influencia de los padres abría muchas puertas, y Erin sabía cómo usar el nombre de su padre para obtener lo que quisiera.

Yeineth suspiró y se levantó lentamente para enfrentar la ira de Erin mientras pensaba: '¿Será que Erin es una especie de pandillera? ¿Por qué le gustará tanto usar la violencia?'.

Su compañera de estudios nunca perdía una oportunidad para pelear con ella. Al menos, esta persistencia merecía algo de respeto.

"¡Basta! ¡Cálmense! ¿Por qué van a pelear de nuevo?"
Gritó Hilda, tratando de calmar a las chicas aunque ya estaba temblando por la tensión.

"No te metas en esto".
Le gritó Erin.

"La última vez no pudimos darle una lección. Hoy vamos a ver quién es la ganadora. ¡Solo una de nosotras puede sobrevivir en este campus!"
Desde la llegada de Yeineth, Erin no había sufrido más que desgracias y lo peor era que se había atrevido a amenazarla en el baño.

Durante mucho tiempo había querido vengarse, pero Bradley le había advertido que no lo hiciera, así que tenía que aprovechar que hoy el chico no estaba para hacer que todo volviera a ser como antes.

"Estás demasiado confiada".
Le advirtió Yeineth, mientras se acercaba a la chica y con facilidad le inmovilizó las manos. Una chica tan floja como Erin nunca podría vencerla.

"Nosotras estamos con ella".
Gritó una chica detrás de Erin al tiempo que sus otras seguidoras comenzaron a rodearla, listas para atacarla en cuanto su líder lo indicara.

'¿Realmente piensan que pueden ganarme solo porque me superan en número? Qué ingenuas son', pensó.

Después exhaló con impaciencia y les respondió con una sonrisa burlona.

'Muy bien. ¿Quieren pelea? Les daré la pelea de sus vidas', pensó Yeineth, quien nunca retrocedía ante una riña.

Hilda observó con horror cómo las chicas las rodeaban y le gritó: "¡Yeineth, mejor corramos! ¡No podemos vencerlas! ¡Son muchas más que nosotras!"

Su pobre amiga estaba casi llorando. Mientras las lacayas de Erin se acercaban más y más, Yeineth podía escuchar cómo su corazón hacía latir sus sienes con fuerza.

"Quédate donde estás y no me distraigas".
Le susurró la chica a su amiga Hilda mientras la apartaba, sacudía su hermoso cabello corto y arrojaba su abrigo sobre la hierba. Había sido miembro de una pandilla. No había forma de que pudieran ganarle, incluso si la superaban en número.

"Yeineth, todavía estás a tiempo de pedir clemencia. Si te arrodillas humildemente, te disculpas y me prometes que no saldrás con Bradley, te dejaré en paz".
Erin la miró de reojo con una sonrisa arrogante, como si ya hubiera ganado la pelea.

"¿Crees que soy estúpida? Tus lacayas me tienen rodeada, así que incluso si me arrodillo para disculparme, no me dejarías ir tan fácilmente. Entonces, ¿por qué debería molestarme en hacerlo?"
Una sonrisa despectiva cruzó por su rostro mientras rechazaba la oferta de Erin.

Mientras estuvo en la pandilla, había llegado a conocer bien a la gente y sabía que Erin era del tipo desleal cuando se trataba de negociar.

"¿Así que prefieres hacerlo de la forma difícil? Muy bien, pero recuerda que así lo pediste".
Con su postura agresiva y desafiante, Erin parecía una rebelde mientras se reía a carcajadas de ella.

Yeineth tenía razón, incluso si se hubiera disculpado, nunca la habría dejado ir. Las lacayas sintieron que ya era hora de hundir sus garras en la presa y se dirigieron ferozmente hacia ella, impulsadas por el rencor que le tenían porque, gracias a ella, todas habían hecho el ridículo delante de Bradley.

Hoy era el día de la venganza. La última vez, la pelea había sido dentro del agua, así que Yeineth no podía luchar con libertad, pero hoy era diferente. No iba a dejar que tiraran de su cabello y que la patearan.

"¡Ten cuidado, Yein!"
Le grito Hilda, quien estaba más nerviosa que un pavo en nochebuena.

Como Erin era la que tenía más poder en la escuela, no sabía a quién acudir en busca de ayuda en este momento. Mientras miraba fríamente al grupo de chicas que le hacían gestos amenazantes.

Yeineth se encontró de repente con un dilema. No sabía cuánta fuerza era seguro usar contra las chicas, porque si usaba demasiada las lastimaría seriamente, pero si se contenía mucho nunca aprenderían la lección. Mientras vacilaba, una chica alta y de complexión fuerte la golpeó en la nariz, obligandola a hacer una mueca de dolor.

Sin pensarlo, ella devolvió el golpe a la chica en la barbilla y luego en la cabeza, después, impulsándose desde un gran árbol a su espalda, Yeineth saltó y logró salir del cerco.

Las chicas que estaban tratando de embestirla chocaron entre sí, mientras ella, con los brazos cruzados sobre el pecho, las observaba divertida.

"¡Ay!"

"¡Eso dolió!"

Gritaron las chicas. Debido a la colisión, todas se habían lastimado con mayor o menor seriedad, pero había logrado salir del cerco antes de que pudieran anticipar sus intenciones.

"Miren lo débiles que son. ¿Cómo planean vencerme? ¿Quién será la siguiente?"
Se burló. Sentía dolor en el rostro y supuso que debía estar magullado.

"No seas tan engreída. Estás a punto de recibir tu peor paliza".
Le dijo Erin mientras arreglaba su cabello desordenado. Se preguntaba cómo había escapado de su cerco y le preocupaba no poder predecir sus movimientos.

"Ah, sí, qué miedo. Aquí las estoy esperando".
Se burló Yeineth. Era aburrido pelearse con unas chicas tan estúpidas que no eran ningún reto para ella.

"Erin, seguro que usó algún truco, ¡es una bruja! Si no, ¿cómo se escapó tan fácilmente?"
Dijo una de las chicas tartamudeando mientras miraba a Yeineth con furia.

El golpe que le había dado fue tan fuerte que tenía un chichón en la cabeza.

"¡Cállate! ¡No es una bruja, no digas tonterías! Seguro que hizo algún truco, eso es todo".
Erin puso los ojos en blanco ante las palabras de la chica.

"Yein, ¿estás bien?"
Le preguntó Hilda corriendo a su lado.

"¡Cielos! ¡Tienes la cara magullada!"
Gritó Hilda y extendió la mano para tocarle su rostro.

"Estoy bien. No te acerques hasta que todo termine".
Le advirtió, haciendo una mueca. Ya se había descuidado antes y había recibido un puñetazo mientras estaba con la guardia baja.

Erin miró a las chicas, que ahora dudaban en acercarse.

"¿Por qué están todas inmóviles como estatuas? ¿No quieren saldar cuentas?"
Les gritó, sin preocuparse de que su pelea pudiera atraer la atención de los otros estudiantes. El área donde estaban se encontraba muy lejos del edificio donde recibían las clases y por lo general nadie venía aquí, e incluso si algunos estudiantes llegaban a pasar por ahí, simplemente se alejarían porque lo que ocurría no era de su incumbencia.

Eran astutos y sabían que no podían arriesgarse cuando Erin estaba involucrada, o de lo contrario serían expulsados de la escuela. El dinero llevaba la voz cantante en esta sociedad, y todos tenían que doblegarse ante quienes lo tenían.

Un verdadero amor. 8a parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora