83 | aquella forma en que me haces sentir.

691 84 5
                                    

Había pasado tanto tiempo entre vuelos y comida rápida, que ahora no recordaba cómo se sentía llegar a casa. Habían pasado dos meses en los que había recorrido gran parte de Asia. Su mánager se había encargado de conseguir la mayor cantidad de experiencias cálidas y varias horas de descanso para la menor, pero seguía siendo complicado ser aquella persona buena que quería ser con su artista, cuando su empresa todo lo que hacía era enviar más, y más trabajo. Kaem era fuerte, joven, y tenía una pasión incontrolable. Sus ojos comenzaban a brillar en el instante en que escuchaba a su público y era casi como si se olvidara del cansancio, todas las horas largas de práctica, y todas las que habían desperdiciado en entrevistas que solo intentaban hacer las mismas preguntas genéricas.

Kaem... Ese nombre era una mina de oro.

La artista no se daba cuenta, pero Hwanyong sí: la empresa estaba promocionando su nombre hasta en la capa de ozono y todo el mundo sabía en donde estaba. Apesar de que se suponía que iba a desaparecer de la publicidad mientras estaba dando conciertos, su empresa no se cansaba de llevarla a revistas y obligarla a dormir solo diez horas por semana mientras la hacía practicar para presentaciones en vivo y tomarse veinticinco sets de fotografías promocionales para toda clase de cosas. Chaemyeong no se estaba quejando, pero su cuerpo lo hacía: lucía débil, frágil, y desde aquella conversación que él intentaba olvidar, se veía aún más afectada sentimentalmente.

Saber qué era lo que sucedía con ella le ayudaba a darle explicaciones a sus acciones, mas no ayudaba a excusarla de su trabajo, y mucho menos a dejarla respirar. Kaem era aún más reconocida ahora que no estaba trabajando en Corea que cuando había estado ahí.

Y aunque ella apenas podía dormir, o encontraba pocas horas de descanso, seguía trabajando: ya había entregado más de diez canciones a sus productores. Y, oh, qué sorpresa: todas habían sido rechazadas.

"No cumple con tu imagen", "no suena a Kaem", "no será popular", "será criticada", "ni siquiera es suficiente". Cada comentario, desde el más grosero imaginable hasta el más vago posible, había sido enviado en respuesta. Las canciones eran buenas, eso era un hecho, pero, ¿por qué las rechazaban?

Porque todas decían alguna verdad que no podían retransmitir.

Su compañía tenía clara la clase de imagen que querían plantear para ella de ahora en adelante.

¿Quejarte de la sociedad?, muy atrevido; ¿hablar de tus sentimientos?, demasiado realista; ¿contar una historia?, demasiado aburrido; ¿explicar por qué Red Square había fracasado...? Hybe jamás fracasaba.

Y así era como la identidad de ella era eliminada de sus planes y su música se volvía lo que más le agradaría al Internet. Lo que pondría felices a sus fans coreanos, lo que haría que su voz fuera escuchada a través del mundo: ¿quién era Kaem?: el opuesto total a Chaemyeong.

Kaem era dulce, se enamoraba como una adolescente y regalaba miradas tiernas a la cámara. Chaemyeong se quejaba, enojaba, e insultaba a todo aquel que la atacaba primero. Kaem se quedaba en silencio y Chaemyeong respondía. Kaem vestía en rosa y usaba brillos mientras que Chaemyeong buscaba ropa holgada y evitaba el maquillaje. La fina línea que las separaba solo aplicaba cuando era Chaemyeong quien narraba la historia. Su división y diferencias eran abismales cuando se trataba de su empresa. ¿Qué podía hacer? Nada. ¿Quién hablaba? Ella definitivamente no. Kaem era el silencio y Chaemyeong era los gritos y quejas.

No se trataba de una artista: eran dos personas diferentes.

Por eso su música era rechazada.

Por eso estaba grabando una canción enviada por su compañía para lanzar antes de que llegara a su descanso en Corea, antes de tener que partir hacia América y Europa.

❜ Big Hit's Soloist ── BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora